Publicado en LaRepública.Es: http://www.larepublica.es/2014/10/la-estrategia-politica-de-pablo-iglesias/
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Cuando en esta entrada me refiero a la
estrategia de Pablo Iglesias quiero distinguirla de la más genérica estrategia
de su, hoy por hoy, movimiento sociopolítico con pretensiones de Partido
político Podemos. Pues estimo que, sin perjuicio de la cantidad de gente que le
acompaña que son, en definitiva, quienes le hacen líder del proyecto más allá
de lo trabajado que él haya tenido en estos años la difícil disciplina del
liderazgo político (el líder se hace, más que nace a pesar de ciertas aptitudes
vitales, y más allá de su papel como arquitecto de un proyecto político, el
principio y fin de la arquitectura siempre será el albañil), cada vez estoy más
convencido de que la única persona que tiene verdaderamente claro qué es
Podemos y qué proyecto de Estado quiere desde Podemos es el propio Pablo
Iglesias. Y si acaso, más allá de los devaneos teóricos sobre “democratizar la
democracia”, “empoderar a la gente” o realizar “procesos constituyentes de
unidad popular” de Juan Carlos Monedero y otros intelectuales orgánicos de este
proyecto, como los indispensables para Iglesias Jorge Moruno y Jorge Lago, la
única persona aparte del propio Iglesias que tiene claro qué ha de ser Podemos
quizás sea Íñigo Errejón.
Estrategia y táctica no son lo mismo, y
menos en política. La táctica, según el DRAE, es el “arte de poner en orden las
cosas”, el “método o sistema para ejecutar o conseguir algo” e incluso el “arte
de disponer, mover y emplear la fuerza bélica para el combate”. Según el mismo
DRAE, la estrategia es el “arte de dirigir las operaciones militares”, el
“arte, traza para dirigir un asunto” y, en un “proceso regulable” propio de las
Matemáticas (y es una definición muy propia de la Investigación Operativa), el “conjunto
de reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento”. Partiendo de estas
siempre discutibles definiciones, podemos decir que la táctica está al servicio
de la estrategia. Y que el liderazgo político es aquel que pone la táctica
propia al servicio de la estrategia propia, en dialéctica con las tácticas y
estrategias propias de los grupos adversarios, enemigos, pero también aliados.
El caso es que Pablo Iglesias, líder
táctico y estratégico de Podemos, es más que brillante en lo que los expertos
en liderazgo llaman “pensamiento estratégico”. Habría seis características para
definirlo:
1. Capacidad de
anticipación desde el presente a las diversas bifurcaciones del porvenir;
2. Retar los
convencionalismos tradicionales;
3. Interpretar
correctamente las informaciones disponibles así como interpretaciones opuestas
a las suyas;
4. Velocidad, rigor,
equilibrio y agilidad en la toma de decisiones;
5. Alinear la diversidad
de líneas, opiniones, corrientes y puntos de vista existentes que trabajan en
sus líneas tácticas y estratégicas; y
6. Saber aprovechar,
celebrar y aprender tanto de los “éxitos” como de los “fracasos”, siendo una
cosa u otra según la coyuntura.
7.
En un marco político como el actual, con
un bombardeo de información constante desde diversos medios, incluida la
inmediatez digital, donde los acontecimientos, salvo para especialistas y
obsesivos, tienen un impacto tremendo cuando aparecen y, tan rápido como
surgen, pasan a segundos, terceros o enésimos planos por debajo de las nuevas
novedades, la táctica y la estrategia políticas parecen haberse orientado, para
muchos teóricos, ideólogos, politólogos o publicistas de la táctica y la
estrategia, a la asimilación de esta inmediatez y esta “liquidez” para “hacerla
suya”, sin perder de vista la finalidad para la que sus proyectos se ponen en
marcha. De ahí la ambigüedad de los mapamundi ideológico-políticos del presente
y de ahí, también, la ambigüedad buscada de los disfraces político-comerciales
de muchos partidos políticos actuales, que hace difícil clasificarlos en los
tradicionales ejes políticos del siglo pasado heredados de los siglos XVIII y
XIX.
Esta ambigüedad calculada es usada,
torpe o sabiamente, por amigos y enemigos políticos, por defensores del Orden
Establecido o por enemigos acérrimos del mismo, por sujetos y grupos que vienen
de la “extrema izquierda”, el comunismo, el troskismo o la socialdemocracia o
del fascismo, el nacionalsocialismo o el neoliberalismo. Lo que todos tienen en
común es que es una ambigüedad buscada, defendida para protegerse de los
reveladores de su disfraz que, no obstante, no deja de ser un disfraz
“estructural” en sentido institucional, en tanto que esta ambigüedad es
producto de, y solo es posible desarrollarla en, el conjunto complejo de
instituciones políticas, culturales y económicas de las democracias de mercado
pletórico capitalista, homologadas entre sí como si de mercancías por la
Organización Mundial de Aduanas se tratara. Y de ahí que, para ganar
políticamente en estas democracias homologadas, Pablo Iglesias (y otros, como
Zapatero antes que él a su manera) tenga clarísimo que el terreno de juego es
el que es, y que para cambiar esas reglas de juego hay que llegar al poder
político jugando a las reglas que le han impuesto. Esto motiva que Podemos, en
la mente de Iglesias y Errejón, sea la “necesaria” herramienta de cambio
político en España hacia una ruptura del Orden Establecido de la Transición,
régimen actual heredero del anterior como su última Ley Fundamental (la
Constitución de 1978). Pero una herramienta que, para vencer, tiene que
convertirse, a nivel de reglas fundamentales y a pesar de lo que digan Moruno,
Monedero y Lago, y por esa institucionalizada ambigüedad política
democrática (y democratista), en un Partido político atrápalo-todo.
Un Partido político atrápalo-todo, o
“partido-escoba”, busca el poder político atrayendo la militancia y el voto de
ciudadanos y residentes con derecho al voto en una sociedad política de
distintas ideologías, corrientes y puntos de vista ideológicos. No busca
“educar a las masas” en una ideología determinada, sino que le voten para,
desde el poder, “educar a las masas” con un mayor poder político para poder
hacerlo, como es el poder político del Estado. De ahí que el nivel ideológico
de comprensión y de elaboración del discurso (salvo para los iniciados, grupos
muy reducidos dirigidos por intelectuales orgánicos tipo Monedero, Moruno o
Lago, o el propio Iglesias) se adapte para ser comprensible, asumible y
defendible por el más “tonto del pueblo”, se haga un mayor énfasis en el
conjunto del todo poblacional con derecho al voto más que en un segmento de
clase social, se esté pendiente de las tendencias estadísticas de la llamada
“opinión pública” para organizar el discurso a vender en torno a esas
tendencias, dando igual si surgen de los vectores ascendentes o descendentes
del poder político (Carolina Bescansa se encargaría de dirigir esa tarea en
Podemos), o que haga su discurso también accesible a diversos grupos políticos,
económicos de poder, interés y otros lobbys. De ahí diversas estrategias que
Iglesias ha seguido, sigue y seguirá mientras le den provecho:
·
El aparecer constantemente en medios de comunicación de todo tipo, dando
igual si son los programas propios (La Tuerka, Fort Apache) o ajenos (13TV,
Intereconomía), más o menos cercanos (Cuatro, La Sexta, Telesur) o incluso en
medios para muchos bizarros (como la entrevista que el videobloguero español
Salvador Raya le hizo, y que puede encontrarse en su canal de youtube). Lo
importante es ir a donde a uno le inviten, siendo así posible llegar desde a
una sola persona hasta millones, desde aislados ciudadanos en pueblos remotos
de pocos habitantes a grandes empresarios con mucho dinero que no saben qué
hacer con él y que no temen aventurar en qué invertir, incluso en proyectos
políticos rupturistas.
·
El apelar constantemente a términos más sociológicos que políticos como
“gente” o “sentido común”, algo indefectiblemente unido a la estrategia de no
apelar directamente a las clases obreras o populares, sino a la “ciudadanía”,
como enseña la Escuela Itinerante de Podemos dirigida por Carolina Bescansa e
Íñigo Errejón qué están llevando a todos los círculos de Podemos en España y
fuera dando consignas discursivas ante dudas planteadas al Partido en ciernes.
Esto conlleva, traicionando o “maquillando” al, adorado por Errejón e Iglesias,
Ernesto Laclau en que el sujeto político a nivel discursivo que ha de tornarse
en “pueblo” (según su libro “La Razón Populista”) ya no sea la “plebs”, las
clases populares, sino el “populus”, el conjunto de la ciuadadanía en sentido
interclasista y liberal.
·
El renegar del tradicional eje izquierda-derecha para, teniendo en cuenta
el punto anterior, llegar al más amplio espectro de la población posible,
incluso votantes del PP que, también, son “gente”, “pueblo” y “multitud”.
·
El renegar incluso, y esto está menos percibido, de otro eje esencial
en la política española: españolismo-separatismo, con todos los ismos que haya
de por medio (federalismo, confederalismo, regionalismo, etc.). De ahí ciertos
ardides de comunicación política de Iglesias y los suyos. En el País Vasco, al
mismo tiempo que se habla en herriko-tabernas sobre cómo ETA fue quién mejor
entendió lo que suponía el “papelito de 1978” (la Constitución actual), se
afirma en foros económicos en hoteles de Madrid (llegando así a lobbys
abertzales en un caso o liberal-conservadores españolistas en otro) que ETA ha
causado un “inmenso dolor” por “causas políticas” (sin especificar) y se
condena su “actividad política” (sin llegar a decir jamás la palabra
terrorismo, salvo en el caso de Juan Carlos Monedero). En Cataluña, por otra
parte, al mismo tiempo que se va a charlas organizadas por la CUP o se pone por
las nubes a figuras del separatismo como la monja Teresa Forcades y se apela al
“derecho a decidir de los catalanes” y a no “imponer unidades”, se apela al
patriotismo español, al federalismo, a la unidad de todos y al proyecto común
de necesidad de cambiar España entera y devolver a la “ciudadanía” la soberanía
nacional española. Así se busca el voto tanto de simpatizantes del PSE o el
PSC, del PNV o de CiU, de EB o ICV, como de Bildu-Amaiur o ERC y la CUP tanto
en Cataluña como en el País Vasco. Esto supone que Podemos, como partido
atrápalo-todo, sea un peligro no solo para Izquierda Unida o el PSOE (o que
quite votos al PP), sino que también lo es para Bildu, ERC o la CUP. Esto es
porque, al igual que Evo Morales en Bolivia o Chávez y Maduro en Venezuela,
Pablo Iglesias trata a los catalanes y a los vascos como estos líderes
suramericanos a los indígenas de sus respectivas naciones.
·
El apelar constantemente a la democracia en cada discurso, porque como el
propio Iglesias afirmaba en su conversación con el rapero Nega de Los Chikos
del Maíz en la publicación titulada “¡Abajo el Régimen!”, ya practicamente
nadie en España quiere el socialismo o la dictadura del proletariado, y por
ello, porque el terreno de juego es otro, hay que jugar con los términos que el
tablero tiene, y por ello la palabra democracia, que se dice de muchas maneras,
es disputada por Iglesias y Podemos a la democracia realmente existente, que es
la liberal-burguesa y coronada de 1978. Ya afirmó Errejón en un artículo en
Rebelión, parafraseando a otro “pensador” de cabecera suyo, de Monedero y de
Iglesias, el portugués Boaventura Da Sousa Santos, que “socialismo es
democracia sin fin”. Y por ello, el eje democracia liberal-socialismo, también
es desbordado y discutido, y la palabra democracia sirve para hablar de
socialismo sin nombrarlo.
·
A nivel interno de organización de Podemos, y a expensas de ver qué pasa en
su Congreso Constituyente de noviembre, conectando con el punto anterior se ha
apelado a la democracia radical y directa para unificar en su torno a 1.250.000
votos en las pasadas europeas y más de cien mil personas que se han
adherido a Podemos desde diversos puntos de España y del extranjero. Podemos es
un proyecto no solo demócrata, sino democratista. El democratismo es
fundamentalismo democrático, aquel que afirma que la democracia es la forma más
excelsa de sociedad política posible, siendo bárbaras todas las demás,
radicalizándose cuando se afirma con cara de trascendencia mística que “los
problemas de la democracia se resuelven con más democracia”, sin muchas veces
saber qué es eso. Sustancializando procedimientos es como Podemos, apoyado
sobre generaciones de españoles educados en ese democratismo desde las reformas
educativas de José Luis Villar Palasí, ministro de Educación en el último
franquismo, que preparó el camino con su Ley de Educación de 1970 a la LOECE de
UCD de 1980, la LODE de Rubalcaba de 1985, la LOGSE de 1990, la LOCE de 2002,
la LOE de 2006 y la LOMCE de 2013, funciona y se abre camino. Así, Iglesias trata de construir un proyecto
político fuerte, con un proyecto de organización explicitado en parte en el
documento “¡Claro que Podemos!” firmado por el mismo y elbunker de Somosaguas (Errejón, Monedero, Bescansa
y Luis Alegre, autoexpulsado de Izquierda Anticapitalista, de la Facultad de
Filosofía de la Complutense), con una clara orientación centralista (criticada
por Jaime Pastor, mentor de Izquierda Anticapitalista) y que dividiría a
Podemos en sectores más profesionales que ideológicos o regionales (con
matices, como el Partido Comunista de España antes de las reformas que impuso
Santiago Carrillo y que, hasta ahora, ningún Secretario General del PCE ha
cambiado) y que impediría la “doble militancia” perjudicando claramente, entre
otras organizaciones, a Izquierda Anticapitalista, la organización troskista
que Iglesias usó para conformar institucionalmente Podemos para, ahora, tratar
de “agradecerla los servicios prestados” obligando a su autodisolución si no se
hace lo que él, su candidatura, quiere, perjudicando también a los círculos
conformados y a su democratismo, “traicionado” por quién, al mismo tiempo que
apela a ello lo limita buscando efectividad, centralismo democrático
semi-leninista y seriedad.
Así pues, Iglesias lo que quiere, y ahí
orienta su táctica y su estrategia políticas, es que Podemos sea el mayor
partido atrápalo-todo de la Historia de España y le asegure todo el poder
político posible en España. Teniendo como espejo la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, donde su sector
ideológico domina la Facultad (sector que no inició él, sino Ludolfo Paramio
hace muchos años), busca “somosaguasizar España”. Por ello apela a todos y a
ninguno al mismo tiempo para conseguir ganar las elecciones generales, su
verdadero propósito. Podemos es Pablo Iglesias, en buena medida, desde que él
tiene uso de razón. Es probable, por tanto, que Podemos esté en su cabeza desde
antes incluso de entrar a las Juventudes Comunistas del PCE-IU, de las que
salió con 21 años para bregarse políticamente en los movimientos
antiglobalización para acabar, años después, en una orientación política de tipo
populista iberoamericano.
“La política es cabalgar
contradicciones”, gusta de decir Pablo Iglesias siempre. Y él está
acostumbrado, o eso cree, a cabalgar muchísimas con éxito. Claro que el
liderazgo político, que depende del éxito de la estrategia política seguida,
depende muchas veces de que las contradicciones no le cabalguen a uno. Esto
último ha pasado en Somosaguas: una Facultad en números rojos, que no ha podido
evitar aplicar Bolonia (como ninguna Universidad europea, por lo demás), que
está partida en dos o más facciones ideológicas, donde los rencores hacia todo
lo que el grupo ideológico de Iglesias en Somosaguas represente, incluso desde
personas cercanas ideológicamente a él, son enormes, y donde la represión
verdaderamente efectiva entró a la Facultad gracias a dicho sector ideológico
dominante desde Decanato, cuando este mismo año autorizó la entrada de la
Policía para detener a estudiantes que preparaban la acción fracasada de
“rodear el Congreso” (para poco después, aparecer como Tribuno suyo, en
Intereconomía, el mismísimo pupilo, Pablo Iglesias, de quién autorizó esa
entrada de la Policía en su Facultad). Una Facultad cabalgada por muchas
contradicciones que es el reflejo bizarro de lo que podría ser una España
gobernada por Pablo Iglesias, esté él en Podemos o no. Si esas contradicciones
han estallado, no obstante, en un microcosmos político como es una Facultad,
¿qué no podría pasar en una nación entera de 47 millones de habitantes y de una
importancia geoestratégica esencial en el orden internacional como es España?
Ya mismo esas mismas contradicciones
empiezan a agudizar en Podemos, tratando de cabalgarse con la ambigüedad
calculada que Iglesias ha mimetizado del “enemigo”. La ambigüedad ante ETA,
ante el llamado “derecho a decidir”, ante las distinciones entre ciudadanía,
pueblo, plebe, multitud, clases sociales, así como otras todavía por resolver
(como la dicotomía europeísmo-antieuropeísmo), o la misma y que amenaza con
implosionar Podemos si no se hace lo que Pablo Iglesias quiere (de ahí sus
golpes en la mesa recientes afirmando, como Felipe González en 1979 en un PSOE
en proceso de desmarxistización, que no podría dirigir una organización que no
acepta su propuesta de organización, es decir, su estrategia política), entre
democratismo y centralismo semi-leninista, van a determinar el futuro de una
figura política que, o bien se convierte en el Rafael Correa español, o bien se
convierte en el Andrés Manuel López Obrador español. Dos caras del populismo
iberoamericano donde el más que inteligente, y muy listo, Pablo Iglesias,
podría verse reflejado. Cual Narciso. Aunque si acaba como López Obrador,
corremos todos el peligro de que se cumpla el refrán: “Otros vendrán que bueno
te harán”.