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En España, la “madre patria”, desde hace al menos diez años la autodenominada “izquierda” pretende “recuperar la Memoria Histórica“, esto es, ajustar cuentas con la dictadura del general Francisco Franco, impulsor del nacional-catolicismo (unión criminal de Estado e Iglesia Católica, régimen político de extrema derecha único en el mundo, que impregnó la vida de los españoles durante cuarenta años y del que algunos todavía no han podido salir), recuperar la dignidad de las víctimas del bando republicano, homenajear a todos los luchadores españoles e internacionales contra el nazifascismo y recordar un tiempo de la historia de España sin el cual no se puede entender el mundo actual. Todo esto es loable, y aún más, es necesario. Levantar fosas de cadáveres que estaban ocultas al lado de carreteras de toda la nación española, indemnizar económica y moralmente a los familiares de víctimas de juicios sumarísimos con sentencias falsas con tinte político para provocar un genocidio que, contando con las víctimas de la Guerra Civil española, fueron cerca de 300.000 almas masacradas por los secuaces de Franco, anular esas mismas sentencias injustas e ilegítimas, &c., son medidas que cualquiera defendería. Sin embargo, una frase de la película de Tomás Cruise “Informe en Minoría” me ha hecho reflexionar -amén de recientes acontecimientos nacionales e internacionales- sobre el asunto de la Memoria Histórica (así la llaman): “Cuidado, quien rebusca en el pasado sólo encuentra suciedad“.
Lo cierto es que la Memoria Histórica, por de pronto, es una contradicción in términis. Un pueblo no puede tener memoria porque la memoria se trata de un acto individual de las personas. Los colectivos no pueden tener memoria porque no pueden recordar nada, sino es a través de información previa en materia histórica, lo cual no es memoria, sino Entendimiento. La Historia es cuestión de entendimiento, no de memoria. A veces, los políticos -y lo dice alguien que estudia Ciencias Políticas- tratan tanto de bajarse al vulgo que acaban (sobre)pasándose y llegan al fango, ya que salvo los talibanes incondicionales de los partidos de la autodenominada “izquierda”, poca gente ha apoyado el término de marras. Y son precísamente esos talibanes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de Izquierda Unida (IU) y de el buen puñado de micropartidos y adláteres ideológicos de “extrema izquierda” -en realidad, correas de transmisión de los otros dos grandes partidos, sobre todo del PSOE- los que convierten esa Memoria Histórica en Memoria Histérica. Esto es así porque la convierten en algo parcial, sesgado y sectario. No sirve para recordar nada (aparte de que no se pueda), sino para encubrir intereses ideológicos muy concretos: atacar a la oposición autodenominada de “centro-derecha”, el Partido Popular (PP). Decir esto no es muy popular entre la autodenominada “izquierda”, pero su abandono del marxismo obliga a sacar la espada dialéctica y ser claros: la Memoria Histórica es una ideología, al igual que todo el rollo de la Segunda República, tomada en su sentido marxista, que es doble, ya que Marx dijo que Ideología es “toda justificación teórica de un Sistema social injusto“y “Sistema de ideas socialmente arraigadas en un sector de la sociedad, a través de las cuales se expresa su oposición a otros sectores de esa misma sociedad“. La Memoria Histérica se utiliza por parte del PSOE y de su Alicio presidente, José Luis Rodriguez Zapatero, para meter matute a la gente y atacar a la oposición, con visos electorales. Y esto es así, demostrado en la práctica, porque ésta Ley de Memoria Histórica aprobada en el Parlamento español, ha resultado ser más que raquítica, insuficiente y púramente semántica. Cuatro homenajes y adiós. La impresionante campaña de propaganda ideológica que ha realizado la autodenominada “izquierda” con la Memoria Histérica para después aprobar una Ley que no cumple con las expectativas que la inmensa mayoría de los interesados quería, sólo ha servido para identificar al PP con la “extrema derecha” -algo absurdo- del franquismo, para aislarlo electoralmente y así conservar el poder.
¿ Se atreverían el PSOE o IU a hacer una Ley como la que se ha hecho en Polonia ? Arcadi Espada, en su blog lo explica:
Los Kaczynski, presidente y primer ministro polaco, promueven la llamada Ley de Purificación (Lustracja) que obliga a decenas de miles de polacos a confesar si colaboraron con el régimen comunista y su polícia política. El procedimiento prevé que los ciudadanos afectados (fundamentalmente periodistas, profesores y funcionarios) entreguen su confesión en un llamado Instituto de la Memoria. Muy bien llamado, sin duda ninguna: memoria, y de la buena; activa, insurgente, puesta en acto, no de la que sólo sirve para llenarse la boca de melodrama. Una vez la confesión en manos del Instituto se investigará si coincide con la memoria documental. Si el ciudadano ha mentido se le castigará con la inhabilitación profesional y otras pérdidas de derechos; si dice la verdad, aunque sea grave, el poder, bien que con un mohín en la cara, será comprensivo y perdonará. Sin duda éste es el aspecto que más me gusta del proyecto. No se trata de vengarse de nadie: sólo de fijar para siempre lo que sucedió.
La Polonia comunista, por mucho anticomunismo que destilara el anterior Papa Juán Pablo II, oriundo de aquella nación política, tenía algo en común con el nacional-catolicismo franquista: la unión criminal de Estado de Iglesia Católica (en Polonia había dos grandes fuerzas políticas unidas que dominaban el país: el Partido Comunista y la Iglesia Católica). Pero en España la autodenominada “izquierda” no tendría bemoles para hacer lo que han hecho los irreductibles gemelos polacos. No digo que apoye lo que estos señores están haciendo en su país, pero otro ejemplo de que la Memoria Histérica no era más que un subterfugio ideológico para atacar al Partido Popular (de supuesta herencia franquista) es que jamás se investigará en la colaboración de prohombres del progresismo español con el nacional-catolicismo. Jamás Gaspar Llamazares, coordinador general de Izquierda Unida, partido pseudocomunista, permitiría que la nación española supiera de su pasado como seminarista agustino filipino en su juventud, o del pasado del nuevo ministro de Justicia del PSOE, Mariano González Bermejo, martillo de fachas y probado progre, trabajando en un gabinete de abogados franquistas -y cuyo padre fue a la vez concejal de ayuntamiento en pleno franquismo- o del mismísimo Rodriguez Zapatero, cuyo abuelo, del que tanto hace gala como defensor de la democracia y los valores republicanos eternos de libertad y solidaridad (¿ con quién y contra quién ?), reprimió violéntamente bajo órdenes del general Franco a los mineros revolucionarios de Asturias del año 1934 que se revelaron contra la “República burguesa“, o cuyo padre también fue funcionario franquista. También se podría indagar en el pasado franquista de muchos periodistas afectos al régimen alicio actual, como el incólume Enric Sopena, director del portal de Internet El Plural -la versión progre de Libertad Digital-, y antiguo miembro del Opus Dei. O de Jesús de Polanco, jefe absoluto del imperio mediático PRISA, dueño y señor del periódico El País, la cadena de radioSER o el canal de televisión Cuatro, el cual recibió muchísima ayuda política de Franco para la expansión comercial de su editorial Santillana. O el pasado de otro prohombre del progresismo, el también periodista y miembro de PRISA Juán Luis Cebrián, antiguo militante de Falange Española -partido español de extrema derecha-. Y sería un auténtico escándalo que se supiera que la práctica totalidad (salvo excepciones como Enrique Múgica, actual Defensor del Pueblo en España, socialdemócrata de siempre) de la cúpula del PSOE nacida del congreso de Suresnes, Francia, en la década de 1970, y que renovó el antiguo PSOE guerracivilista, provenía de Falange. Y si ya nos ponemos en ejemplos histriónicos, el psicópata asesino en serie José Ignacio De Juana Chaos, miembro sanguinario del grupo separatista vasco y terrorista ETA, actualmente excarcelado por Zapatero debido a su presión mediante huelga de hambre al Estado español -lo que ha provocado la indignación de la inmensa mayoría del pueblo español- fue miembro del partido político fascista Fuerza Nueva, y de los más violentos además.
Si todo esto sale a la luz con cuentagotas, es porque la caja de Pandora que la autodenominada “izquierda” española ha abierto se vuelve contra ella, demostrando que los que ahora son antifranquistas treinta años después de la muerte del dictador Franco, no lo fueron tanto en vida del ganador de la Guerra Civil, al que no tenían tanto odio visceral como ahora abanderan. Y mientras en la antigua Europa del Este se han derribado estatuas de Lenin, en España sólo se derriban las estatuas que al Gobierno del PSOE le interesa, como la que estaba en el Paseo del Prado de Madrid coincidiendo con el cumpleaños del ex-comunista y ahora progre Santiago Carrillo.
Cuando la izquierda lo único que puede ofrecer a la nación es un pasado mítico, en vez de soluciones a los problemas presentes, es porque esas soluciones son los mismos emplastos que le pueda ofrecer la derecha. Es inmoral que se hayan alimentado los sentimientos de mucha gente que sufrió la represión franquista para después reírse en su cara con tal de que esa misma “memoria” no les salpique a ellos. Y lo mismo ocurrirá con las naciones políticas iberoamericanas que sufrieron dictadura militar de derecha, cuando la autodenominada “izquierda” de allá quiera recuperar la Memoria Histérica para limpiar sus propias vergüenzas. El que avisa no es traidor.