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Publicado en la web del Partido Socialista del Trabajo:
Ante los comicios electorales de este domingo 25 de mayo considero que caben, brevemente expuestas, las siguientes posturas o formas de actuar electoralmente desde unas posiciones muy determinadas políticamente hablando: antieuropeísmo-antifascismo, nacionalismo español-iberoamericanismo, socialismo-comunismo.
a) Antieuropeísmo-antifascismo: el antieuropeísmo sería una posición ideológica y política muy determinada, no meramente euroescéptica. El llamado "euroescepticismo" sería una posición "de duda", de crítica razonable y razonada hacia ciertas formas de implantación de la Unión Europea, como puedan ser la moneda única, la cesión de soberanía estatal a Bruselas, de soberanía económica al BCE e, incluso, el acercamiento de la UE a Estados Unidos en el marco del TAFTA ya en desarrollo, el tratado de libre comercio entre la UE y Estados Unidos (más las posibles incorporaciones de Canadá y México en América, y de Islandia, Suiza y Noruega en Europa, todo un hito) que crearía el área intercontinental económica y aduanera más grande y potente de la Historia, una nueva forma de relación talasocrática atlántica aprovechando lo ya creado desde la OTAN en enfrentamiento directo con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), en lo que sería el enfrentamiento de bloques geopolíticos más inmediato en nuestro siglo XXI, continuador en buena medida de la "Guerra Fría". El euroescepticismo no plantea una salida del euro ni de la UE, sino una revisión crítica de los pros y los contras de estar en la UE como Estado miembro, sin una determinada posición de salida determinada, aunque la incluya en las formas de propuesta política alternativa de "otra Europa", que o bien puede ser una posición euroescéptica de "izquierdas" (la de la Syriza griega y Alexis Tsypras, la de Izquierda Unida y Podemos en España), o bien puede ser una posición euroescéptica de "derecha" o "extrema derecha" (la UKIP británica, el Frente Nacional francés o Amanecer Dorado en Grecia), que también quiere "otra Europa", una idea de Europa muy centrada, hoy día, en la transformación de la nación política en nación étnica y en un fuerte discurso anti-inmigración y anti-Islam sobre todo. Estas son las dos posturas que más votantes podrían arrastrar hoy día, pero juntas no pueden desbancar a la abstención como presumible opción mayoritaria de los europeos con derecho a voto.
Por su parte, el antieuropeísmo sería no una posición de duda crítica, sino de crítica radical hacia la Unión Europea y hacia la idea de Europa misma. Si bien el antieuropeísmo no renunciaría a una revisión crítica de pros y contras de estar en la UE y el euro, sería una posición de salida, de ruptura, con la moneda única europea y con una forma de organización interestatal cuyas bases históricas positivas, por mucho que se recurra bien al Imperio Romano, al Imperio Carolingio, al Sacro Imperio Romano Germánico, al Imperio Napoleónico o incluso a las "pajas mentales" de los iusnaturalistas franceses y alemanes tipo Arístides Briand de la década posterior a la Primera Guerra Mundial, están en la Alemania nazi, en el Tercer Reich, del cual es absoluta heredera la Comunidad Económica Europea, luego llamada Unión Europea tras la reunificación alemana, la caída del Imperio Soviético, el tratado de Maastricht y la balcanización de Yugoslavia. Fue Hitler, y no ningún hombre de Estado de años, décadas o siglos anteriores, quien quiso unificar a Europa desde una concepción racista y racialista, creadora de regiones-bantustán en lo étnico y lo económico, y así se expresó durante el Tercer Reich y durante la Segunda Guerra Mundial a través de numerosos medios de comunicación financiados por el nacionalsocialismo alemán. La UE ha sido mantenida por Estados Unidos frente a la Unión Sovíetica, y sigue siendo mantenida frente a Rusia, y frente a Rusia y los BRICS Estados Unidos pondrá bajo su abrigo a la UE en el TAFTA. Solo Estados Unidos ha logrado pacificar Europa, un continente que siempre ha sido campo de batalla entre Estados que se tratan de comer entre sí unos a otros, siendo la Pax Americana la única que ha impuesto orden en la "cuna de la civilización". Pero lo hizo sobre las ruinas de una derrotada y dividida Alemania en dos, a la cual no obstante, y desde su parte occidental-capitalista, mimó en lo económico (no así en lo militar) conservando un buen número de funcionarios y responsables diplomáticos, jurídicos, intelectuales y (también) militares del derrotado régimen hitleriano anterior. Por analogía podría decirse que la actual UE es heredera del Tercer Reich como el régimen constitucional español de 1978 es heredero del franquismo, por mucho que algunos, muchos, quieran retrotraer su origen a la Segunda República Española o, en el caso europeo, muchos quieran retrotraer el origen de la UE al iusnaturalismo internacionalista jurídico de Arístides Briand y otros contemporáneos suyos.
El antieuropeísmo es partidario de la independencia económica y la soberanía política de todo Estado sometido al yugo anglo-germánico. Y es partidario de la ruptura radical con Europa, con cualquier forma de unión europea que, siempre, estará sometida a los dictados de Alemania mientras sea potencia económica bajo la batuta de Estados Unidos. Y solo Rusia, a través de su posición de resistencia ofensiva frente a Europa, que conlleva desde los acuerdos gasísticos con Alemania y su entendimiento diplomático con Francia para restar influencia a los yankis, pasando por su anexión de territorio ucraniano en revuelta frente a un golpe de Estado fascista y neonazi urdido tiempo ha desde Berlín y Washington (territorio que siempre fue ruso, pues lo que en Crimea, Odesa, Donetsk y Lugansk hacen, no es neofeudalismo separatista, sino reunificación con la Madre Patria rusa), constituye hoy día, a pesar de las críticas que puedan hacerse a su política interna, la resistencia positiva a Europa. Por ello, el antieuropeísmo positivo ruso es, geopolíticamente hablando, el mayor aliado del resto de antieuropeísmos que en otras naciones europeas existe, con mayor o menor pregnancia. Y en el caso ruso, antieuropeísmo y antifascismo (por Ucrania) son dos patas del mismo banco, que habrían de ir juntas a la expresión política de este antieuropeísmo y de la necesidad, en el caso español, de organización interestatal alternativa a la UE-euro, organización que no podría pasar por "otra Europa" ni de los "ciudadanos" y los "pueblos" ni las "razas" ni la "religión cristiana", pues estas posturas no dejan de ser deudoras del europeísmo ya mentado.
Por ello, la abstención activa, el no votar a ninguna formación española con aspiraciones a Bruselas, es la posición más coherente con este antieuropeísmo-antifascismo. Pues todavía en España no hay formaciones políticas declaradamente antieuropeístas, aunque sí pequeñísimos partidos partidarios de la ruptura con la UE y el euro pero sin saber muy bien dónde encajar a España.
b) Nacionalismo español-iberoamericanismo: Si bien algunos partidos defienden la ruptura con el euro y la UE (además de la OTAN), en España, como hemos dicho antes, estos partidos o bien son partidarios de "otra Europa" (partidos pequeños de "extrema izquierda" y de "extrema derecha") o bien defienden un confuso europeísmo escéptico defensor del euro y el europarlamento y, quizás, una unión más fraternal con los países víctimas de la Troika europea, los PIIGS: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, y de ahí la postura de Izquierda Unida y Podemos de apoyar la candidatura a la Comisión Europea del griego Tsypras. En el caso de Podemos, además, se defiende la creación de una especie de ALBA de países del Sur de Europa, la cual sería una unión extremadamente precaria y débil por dos motivos, uno ideológico y otro estructural: el ideológico está en el programa de Podemos, partidario de la secesión ilegal de regiones de sus naciones de origen, creyendo que estas, ipso facto, se unirían a ese "ALBA del Sur europeo", creyendo que Cataluña, País Vasco, Galicia, Andalucía, Asturias, Aragón, Canarias, Extremadura o Castilla, se unirían a ese ALBA sureuropea porque sus separatismos son "nacional-populares" en fórmula del politólogo Íñigo Errejón, miembro de Podemos, absurdo razonamiento extensible a otros PIGS, como pueda ser el caso italiano con la Padania, Cerdeña o el Veneto. Este razonamiento ideológico débil, democratista y estúpido, es aliado del estructural, pues una unión sureuropea "de izquierdas" cae en el mismo error que el europeísmo genérico, en la posibilidad de unidad ideológica y política entre pueblos que nada tienen que ver entre sí y que solo podrían unirse bajo la batuta de uno de ellos o de otro externo con más fuerza. ¿Pero qué clase de unidad política de un ALBA del Sur puede haber cuando se defiende la balcanización de Estados que, al mismo tiempo, quieren ser reforzados en su soberanía frente a la "Troika", y no tienen una cabeza visible fuerte unificadora? No es un brindis al sol, es alzar la copa y que se caiga el líquido al suelo.
La abstención activa, el no votar, es la postura más radicalmente antieuropeísta, aunque también se incluye aquí el voto nulo pero de un modo muy determinado: el que meta en la papeleta mensajes netamente antieuropeístas. Pero algo de racionalidad hay en la postura de Podemos del ALBA del Sur aunque no se sea partidaria de la misma. Y esta racionalidad consiste en que España, para poder sobrevivir en el maremagnum de placas tectónico-políticas del presente, tiene que adherirse a algún tipo de estructura supraestatal. Las opciones son limitadas en tanto que esa adhesión cuenta con varios obstáculos importantes: el hecho de que España está en la UE, en el euro, y estará en el TAFTA, siendo esta la plataforma geopolítica realmente existente en que España hoy día se puede desenvolver; y el hecho de que aunque el euroescepticismo y el antieuropeísmo en España es cada vez mayor y transversal en lo ideológico (desde la "extrema izquierda" a la "extrema derecha", desde el separatismo -CUP, Beiras en Galicia- hasta el españolismo liberal-conservador -José García Domínguez y sus artículos en Libertad Digital, los libros de José Manuel Otero Novas, ex-ministro con Adolfo Suárez, varios filósofos como Gustavo Bueno o Lorenzo Peña), España sigue siendo un país mayoritariamente europeísta, pues todas las opciones políticas que se presentan en España a los comicios de este domingo lo son, y los dos grandes partidos mayoritarios, que aún resentidos por la crisis y sus errores siguen teniendo un apoyo muy masivo, lo son.
Acercar España a los BRICS es hoy día imposible porque estamos en el campo del TAFTA, y postular un ALBA del Sur de Europa es una quimera inviable porque esta no deja de ser un derivado ideológico europeísta que adolece de las mismas lagunas políticas, históricas, antropológicas y filosóficas que su madre putativa europeísta. Y es cierto que partidos separatistas como la CUP en Cataluña o la escisión del BNG, Anova, liderada por José Manuel Beiras en Galicia, abogan por la ruptura total y el acercamiento a Iberoamérica, pero también por la balcanización de España, creando microestados que geopolíticamente hablando no tienen ninguna posibilidad. Aunque el acercamiento a Iberoamérica, a sus procesos de unificación política desde el socialismo bolivariano, es el camino acertado por cuestiones políticas, antropológicas (lengua, religión y costumbres como elementos comunes fuertes que posibilitan esa unidad, y que asentó el Imperio Español), el no defender la unidad de España es el camino incorrecto hacia esa iberoamericanización de España, que de manera muy superficial se defiende en CUP o Anova (por el separatismo) o en Podemos e Izquierda Unida, por su europeísmo real, y ello a pesar de que Podemos ha introducido el patriotismo español como aglutinante ideológico nacional-popular frente a Alemania, pero de manera completamente errada en tanto que la idea de democracia de Podemos es una idea que flota en el aire sin estar apegada a la unidad de análisis fundamental para hablar de Patria: la nación política española, el Estado, y de ahí su defensa de procesos democratistas separatistas. Proseparatismo y europeísmo van de la mano en España, aún apelando a un patriotismo español de resistencia más que difuso. Sin nombrarlo, Izquierda Unida también lo defiende.
Para defenderse de la Troika, y para poder plantar cara al TAFTA en el futuro, no cabe otra que volverse nacionalista español de izquierdas, esto es, defender la unidad de la nación española en sentido cívico-político, como nación de ciudadanos iguales en derechos y deberes ante la Ley, sin que nadie tenga privilegios a la hora de decidir apropiarse de esa soberanía, sea una apropiación unificadora (religiosa, monárquica, gran-burguesa) o balcanizadora (ya sea en la forma de los vendepatrias liberales que regalan la soberanía sobre el territorio español a empresas extranjeras, ya sea en la forma de los rompepatrias separatistas que se anegan, con la complicidad de separadores de "derechas" -"¡Anda y que se separen de una puta vez!"- y de separadores de "izquierdas" -"Los catalanes tienen 'derecho' a decidir su futuro sin que el resto de españoles tengan que votar"-).
La defensa de la unidad de la nación política española tendría tres componentes ideológicos básicos de defensa:
1) Ni un solo milímetro de territorio español es inalienable de la nación, primero porque la nación política es el espacio geográfico, político e histórico donde generaciones de nuestros antepasados han trabajado y han generado riqueza, siendo el pueblo, la parte viva de la nación, la encargada de preservar ese legado histórico y de trabajo a la parte futura de la nación, los hijos y los que están por venir. La tierra de España es la tierra de los trabajadores españoles y residentes extranjeros que la trabajan, que la cuidan, y que comparten entre sí generando una riqueza que debería ser distribuida entre todos en sentido verdaderamente patriótico, esto es, socialista. Y nadie, ni reyes, ni castas burocráticas, ni empresas privadas, ni grupos separatistas que piensen que por el mero hecho de estar censados en unos municipios de una región determinada tienen el "derecho", realmente privilegio, de negar al resto de españoles su derecho a defender la tierra que trabajan, la Patria, mediante la defensa de su unidad, tendrían cabida en esta idea de verdadera soberanía nacional.
2) Es necesario arrebatar, de una vez por todas, la idea de España tanto a los que la niegan como a los que se la han apropiado desde hace décadas. Ni el patriotismo constitucional del PSOE o el PP o de Ciudadanos, UPyD y Vox (y en cierto sentido también de Izquierda Unida o Podemos), ni la idea de España completamente dominada y absorbida por la "derecha política y sociológica" desde el franquismo, pueden sostener una idea patriótica verdaderamente emancipadora del yugo europeo. Cuando Franco ganó la Guerra Civil española "venció y convenció" y convirtió la idea de España en un elemento inseparable de su persona y de su régimen, llevándosela a la tumba y negando a las generaciones nacidas desde la Transición la posibilidad de tener herramientas para quitársela, reconstruirla y luchar por ella. Por eso, un nacionalismo español de izquierda (cívico-político, trabajador) debe batallar por ganarle al franquismo latente hoy en forma sociológica y cultural (también en ambientes "de izquierdas"), la idea de España. Es necesario apropiarse de la Historia de España, de la idea de España, de los símbolos históricos españoles, de la misma manera en que lo han hecho grupos de izquierdas en China, en Cuba, en Vietnam, en Francia o en Rusia. El orgullo nacional-histórico, aún crítico, no es incompatible con una idea revolucionaria, socialista y progresista de nación política española antieuropeísta, antiliberal, antifascista y antiseparatista. Y esta recuperación de la idea de España pasaría incluso por dominar los siguientes debates: el de conmemoraciones y fechas (12 de octubre de 1492, 19 de marzo de 1812, etc.), el de ideas hispanófobas ("Leyenda Negra", "Leyenda Rosa", "Leyenda Blanca", europeísmo, neofeudalismo separatista, "España es el problema, Europa la solución" de Ortega y Gasset, etc.) y el de símbolos históricos (bandera, himno, escudo, personajes históricos varios -Pelayo, Bernardo del Carpio, Cristobal Colón, Pizarro, Cortés, Blas de Lezo, liberales doceañistas, revolucionarios decimonónicos, patriotas españoles de izquierdas de los siglos XIX y XX, etc.).
3) España sola no puede sostenerse en el Mundo, y por ello, desde ya, hay que apostar por el acercamiento de España a los procesos de unificación iberoamericana, incluso si estos caen por caer el bolivarianismo, pues este al caer sin embargo dejaría instituciones políticas interestatales que profundizarían en esa unidad (Sucre, ALBA, Unasur, Mercosur, etc.). La afinidad cultural, histórica y política entre España e Iberoamérica debe ser defendida por un nacionalismo español de izquierdas, el cual debe también ser iberista, pues en esa unidad iberoamericana socialista tiene que estar Portugal.
c) Socialismo-comunismo: Solo un patriotismo español proiberoamericanista y antieuropeísta, socialista, puede ser consecuente con lo que la nación y el pueblo españoles necesitan y necesitarán. Solo la abstención o un voto nulo claramente antieuropeísta (e incluso un voto en blanco de desafección), pueden expresar de manera activa estas posturas. Aunque también, como forma de expresión de rechazo a soluciones populistas "de derecha" (lepenización de Europa) o "de izquierdas" (Podemos) el voto a Izquierda Unida-PCE podría ser defendido, en tanto forma de entroncar estas ideas con una izquierda comunista que, aún siendo residual y teniendo muchas taras ideológicas inenarrables equiparables a las de la dirección ideológica de los dirigentes de Podemos (no así de buena parte de sus bases en sus "círculos"), es la única con presencia institucional en Bruselas que ha denunciado el europeísmo nazifascista ucraniano y rusófobo.
En definitiva, el No a Europa debe empezar a trabajarse para ser visto como una opción normal en España, unido a la defensa de la soberanía nacional-política y económica y la simpatía por una unión fraternal con una Iberoamérica socialista que, también, es Nuestramérica. En los pantanosos terrenos del europeísmo español inserto en una UE moribunda que el TAFTA tratará de reimpulsar, la defensa de una Alianza Socialista Iberoamericana debe ser, como mínimo, punto de debate en diversos ámbitos ideológicos españoles. Y cuando el europeísmo, de "izquierdas" y de "derechas" empiecen a hablar de esta postura para ridiculizarla e insultarla, es que habremos progresado adecuadamente.