Huelga 14N en España: los sindicatos de clase y las clases de trabajadores

Artículo publicado en dos partes en Izquierda Hispánica los días 5 y 12 de diciembre de 2012. Escrito conjuntamente con José Ramón Esqu...

Artículo publicado en dos partes en Izquierda Hispánica los días 5 y 12 de diciembre de 2012. Escrito conjuntamente con José Ramón Esquinas, Agustín Lozano y Juan Miguel Valdera.



Izquierda Hispánica se ha tomado su tiempo para ofrecerles nuestro análisis de la pasada huelga del 14 de noviembre, con el fin de ofrecer un escrito lo menos neutro y lo más objetivo posible. Debido a la extensión del mismo, lo ofreceremos en dos partes. Una primera, de análisis de la huelga en sí, y otra final de análisis de los sindicatos como instituciones. Estos dos escritos, que en realidad tendrían que refundirse en uno parten de la siguiente cuestión: la última Huelga general española generó en nuestra web un interesante debate sobre la posición de Izquierda Hispánica ante los sindicatos mayoritarios. La dispersión de comentarios, textos y documentos generados por IH a lo largo de su existencia nos ha llevado a realizar este documento en el que explicitamos nuestra posición.
1) La Huelga General del 14 de Noviembre.
La última Huelga general ocurrida en España está englobada en los movimientos llamados de la “huelga ibérica” realizados al unísono por diversas fuerzas de Portugal y España. Ambos, a su vez, se encuadran en el movimiento de la “Huelga europea” que buscaba realizar una huelga internacional en el seno de la UE de un día de duración. La movilización tuvo impacto sólo en España y Portugal, como era de esperar, pues un impacto a escala mayor es imposible si no hay, a nuestro juicio, una potencia internacional -como fue en su día la URSS- que sirviese de referencia a la política socialdemócrata de los sindicatos ibéricos, teniendo un seguimiento medio en Italia, Malta y Chipre. En Francia, Grecia y la Valonia belga sólo se realizaron diversas manifestaciones sindicales. La Huelga se convocó tras la pasada reunión en octubre de la Conferencia Europea de Sindicatos cuya secretaria general es la francesa Bernadet Ségole, miembro de la CGT francesa -no confundir con la anarquista CGT española heredera de la CNT- siendo su presidente el español Ignacio Fernández Toxo, secretario general de Comisiones Obreras (CC.OO). Lo que al principio se planeó como una serie de concentraciones públicas en los PIIGS europeos (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) para oponerse a los recortes económicos que de un modo conjunto se llevaban a cabo en la sanidad, educación, inversiones públicas, adminstraciones públicas, bajo el patrocinio de la Unión Europea, derivó a una “huelga de PIIGS”. Una serie de factores internos y externos a los Estados participantes derivó en la convocatoría de una Huelga general, teniendo la importancia de ser la primera vez que Portugal y España se unían en una movilización social ibérica, algo de lo que IH toma nota y celebra.
Fue precisamente en la Península Ibérica donde la Huelga general fue más intensa. En Italia, por ejemplo, el paro convocado sólo duró cuatro horas. La primera Huelga general en la que participaban conjuntamente dos naciones hermanas vinculadas con el resto de Iberoamérica no significó, sin embargo, unidad en el lema. Mientras que en España encabezó la manifestación un lema indeterminado y lacrimógeno («Nos dejan sin futuro. Hay culpables. Hay soluciones») en Portugal el lema tuvo un carácter más patriótico y hacía referencia implícita al capitalismo como problema («Contra la explotación y el empobrecimiento;cambiar de política – por un Portugal con futuro». Teniendo en cuenta que estos lemas están pensado para contentar a la pluralidad de instituciones convocantes y aunar a todas las fuerzas posibles, el formalismo parece casi obligado pero dan el tono de la situación ideológica en el sindicalismo de ambos países. Los distintos tonos evidencian que:
a) Los sindicatos portugueses no esconden su patriotismo, la necesidad de defender a Portugal frente a ataques que dejan nuestra nación hermana en una situación geopolítica de dependencia total de Berlín. Mientras, las cúpulas sindicales españolas muestran con su indefinición que dejan la solución en manos de terceros y que no pretenden mojarse en absoluto a la hora de aportar esas soluciones.
b) Las centrales sindicales españolas señalan a otros culpables y no se autoinculpan en la parte de responsabilidad que les toca. Ciertamente, sería pánfilo esperar que en una manifestación contra tus enemigos vayas a hacer autocrítica. No es tanto este lema concreto lo que criticamos como el trasfondo que rodea y explica esa referencia a los culpables. ¿Se autoculparán las cúpulas sindicales y otros militantes cómplices de la situación española del presente a la que tanto han contribuído con su complacencia ante la UE, el PSOE, el PP y la patronal CEOE a la hora de desindustrializar España? Ciertamente, se nos dirá que estos sindicatos han luchado contra gobiernos del PSOE, contra la patronal, el PP o ante medidas de la UE. Esto lo sabemos y reivindicamos esas históricas acciones como las famosas huelgas contra reconversión en tiempos de Felipe González. La complacencia que denunciamos es la incapacidad de las cúpulas sindicales junto a la complacencia de muchos compañeros militantes de bases que han permitido descafeinar la lucha, llegar al pacto fácil, dejar en la estacada a muchos honrados luchadores que todavía quedan en estos sindicatos mayoritarios. La situación de soledad y desamparo respecto a otros compañeros, las dificultades para que la crítica trascienda de los niveles inferiores de los sindicatos o los pactos “en las alturas” realizados por las cúpulas sindicales sin contar con las bases. Por supuesto que la dirección tiene intereses globales que pueden resultar contradictorios con fines concretos particulares de tal o cual empresa. Pero detectamos una capacidad innata para pactar en las alturas del sindicato y no explicar los motivos que llevan a ello.
c) Las centrales sindicales mayoritarias vertebran a buena parte de los trabajadores españoles oponiéndose a la atomización que busca el liberalismo. No sólo por la extensión de su afiliación en todas las regiones sino por la búsqueda de convenios colectivos nacionales, las propuestas de nacionalización de empresas privadas o privatizadas, y la defensa de un Estatuto de los Trabajadores dado a escala nacional. Esto se ha notado de manera palmaria en la confrontación de los sindicatos convocantes de la huelga con los traidores neofeudalistas de la ELA vasquista -sindicato del PNV- y LAB -sindicato “proetarra”- que se niegan “a seguir huelgas españolas“. La negativa de estos sindicatos es importante porque muestra cómo es el secesionismo quien sí que se da cuenta del carácter nacional que tienen sindicatos como CC.OO, UGT, CGT o la USO. Pero, paradójicamente, aquello que sus enemigos ven con claridad ellos son incapaces de determinar y defender. La indefinición del su lema evidencia un melífluo compromiso con España en la línea del tándem PSOE-IU para quienes la sola mención de “España” ya los colocaría en el franquismo. Si en históricas huelgas anteriores, la UGT de Largo Caballero y la CNT acababan sus manifiestos con un “¡Viva España!“, ahora el nombre de nuestra nación es un tabú que hay que evitar. Pensar que España es patrimonio de Franco y de los franquistas es haber sucumbido ante el dictador y reconocerse derrotado ideológicamente por él. Pero no hay una, sino muchas formas de defender a la nación española y no todas son verdaderamente patriotas. O mejor dicho, existirán respecto a España verdaderos patriotismos pero no todos los que se dicen patriotas son patriotismos verdaderos. Esto lo dejaremos para posteriores escritos sobre el significado materialista de patriotismo.
Lo que está claro es que, caída la URSS, la socialdemocracia ha dejado de ser útil y el Estado de Bienestar que propugnaba ya comenzó a ser desmantelado paso a paso por esa misma socialdemocracia liberalizada y por el liberalismo político que ha ido, poco a poco, copando las instituciones europeas así como los medios de comunicación. La recuperación en el marco de la socialdemocracia es imposible. El legado de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero dejan a las claras que cualquier salida en este sentido no llega ni siquiera a mera apariencia. La socialdemocracia lo único que consigue es maquillar sus posiciones liberales con aliños “sociales” que poco benefician a la vida del día a día del trabajador español e hispano.
Hecha esta crítica a los sindicatos y su relación con la antisocial socialdemocracia española, y a pesar de que económicamente una huelga afecta a la nación tanto como un mero día festivo, no podemos sino apoyar esta y otras movilizaciones que, en el contexto de crisis económica en que estamos inmersos plante cara a problemas como los despidos masivos, desahucios, recortes de las pensiones de nuestros mayores o aumento de la pobreza relativa -la capacidad para sostener los recursos básicos familiares-. ¿Es que nos oponemos a la cacareada “austeridad” que se nos pide desde la casta política y de la Unión Europea? Como ocurre siempre en política, la “austeridad” es siempre de alguien, contra alguien y a favor de alguien. Es decir, parafraseando a Lenin, ¿”austeridad” para qué?” Y el para qué de esa austeridad está bien claro: para que el eje franco-alemán salga beneficiado en contra nuestra. Esta sumisión nos conduce, día tras día, a la pérdida de los “derechos adquiridos” durante décadas de lucha. Pero esta lucha no fue una “lucha de clases” solamente. Supuso también una dialéctica de Estados en la cual la potencia de la URSS recordaba siempre al Occidente capitalista que había una alternativa real y efectiva a sus políticas. Caída ya la URSS y con el marxismo-leninismo disuelto en doctrinas indefinidas más o menos metafísicas, ¿qué alternativas hay?
La primera y esencial, la de nuestra Nación política, la de España. No se puede pedir la nacionalización de algo si no existe nación alguna que nacionalice. Esto los sindicatos españoles deberían grabárselo a fuego en cada acción que establezcan. Pero las naciones no están aisladas en el mundo. Ellas están en plataformas históricas, grandes extensiones con una unidad histórica, cultural, institucional, que pone las bases y permitiría forjar una unidad internacional socialista que haga frente a los enemigos y revierta esta liquidación de derechos que el capitalismo está llevando a cabo. No podemos dejar de luchar. No se puede dejar de luchar. Y para IH por lo que hay que trabajar es para conquistar situaciones políticas revolucionarias en cada nación hispanoamericana que permitan la hegemonía política universal de la Hispanidad sobre sus enemigos.
Unido a la socialdemocracia sindical, europeismo que respiran los sindicatos, tanto institucional como ideológicamente, se conjuga además con cierta idea difusa de una “clase obrera universal” que desdibuja la compleja dialéctica de Estados. La batalla política principal de los trabajadores españoles y portugués no debe ser esta. Por supuesto, España está geopolíticamente enclavada en Europa y es normal que los sindicatos españoles coordinen estrategias con sus homólogos europeos. Este no es el problema. La clave está en que con ellos sólo es posible coordinar una estrategia conjunta coyuntural mientras que con Iberoamérica, por los lazos históricos, culturales, institucionales, por los intereses comunes geoestratégicos, se puede avanzar hacía un tipo de unión más consistente. La batalla política de los trabajadores españoles y portugueses no ha de ser la de una Unión Europea “social” ni mucho menos la “Europa de los pueblos”. Esta es una posición reformista y, hay que decirlo abiertamente, pánfila hasta la médula. O sea, de mala fe.
La tradición leninista pensaba que era mera fantasía pensar que la burguesía iba a hacer reformas duraderas y concesiones estructurales que la pusieran en peligro. Siempre serían coyunturales, efímeras. Por eso el legado bolchevique contra el reformismo sigue presente pero no es suficiente por limitado. Nosotros, reconstruyendo la dialéctica de clases y de Estados desde el materialismo filosófico, postulamos que buscar reformar a la Unión Europea actual es puro y peligroso panfilismo. Y no sólo por las “leyes inmanentes” del capitalismo sino por la propia unidad conflictiva (biocenosis) que forman los Estados europeos. Las reformas, a lo sumo, conseguirán concesiones “sociales” temporales a la espera de que la garra alemana o francesa vuelva a quitárnoslas. Y no ya porque los alemanes o franceses sean mala gente, sino por las necesidades estratégicas estructurales y objetivas de Alemania y Francia para las cuales es vital dominar a los países de su entorno. Insistitos: los trabajadores españoles y portugueses han de dirigir sus batallas a la recuperación de los lazos con la Hispanidad, con Iberoamérica, siempre en una dirección revolucionaria y socialista alejando cualquier asomo de imperialismo depredador.
Como era de esperar, el Gobierno y su partido, el Partido Popular (PP), no apoyaron la Huelga general considerándola  ”perjudicial para la marca España”. ¿Pero estos mentecatos qué defienden: una nación o una marca comercial? Puesto que no dudan en venderla es normal que la piensen como marca. Ciertamente les reconocemos que Alemania tiene, y ha tenido, atados de pies y manos a los gobiernos españoles a través del endeudamiento. Pero esto no es excusa para las claudicaciones nacionales. El patrioterismo folclórico -que no auténtico patriotismo- del PP sale a la luz en cuestiones geoestratégicas decisivas. En la dialéctica de España frente a Europa el PP ha sido, tradicionalmente, como el PSOE, sumiso a Europa y a su núcleo dirigente. La entrada en el euro con la primera legislatura de Aznar, la liquidación definitiva de las empresas públicas que quedaban, y la connivencia con los intereses del Partido Popular Europeo que no son precisamente los nuestros, son pruebas de esa sumisión. Por su parte, PSOE e IU apoyaron la huelga de manera oportunista. Los primeros, como siempre, con la boca pequeña y como sintiendo vergüenza y hasta pidiendo perdón culpando casi exclusivamente al PP de la austeridad impuesta. Izquierda Unida, por su parte, ha comenzado a criticar a la Unión Europea -lo cual celebramos- pero no en nombre de la Hispanidad revolucionaria y socialista, no defendiendo a los trabajadores hispanos, sino una “Europa social” o la nacionalsocialista “Europa de los pueblos” como si Europa fuera un entramado étnico sin Estados constituidos. O como si del pueblo como masa amorfa brotara lo social, la libertad y la democracia. No podemos sino recordar a todos aquellos que hace años nos tenían a IH por locos por denunciar, gracias a los análisis de Gustavo Bueno, el carácter depredador de la Unión Europea y de la política imperialista de Francia y Alemania. “Eso es facha, el único imperialismo es el Norteamericano“, nos decían. Hoy ya casi ningún izquierdaunidense duda del carácter dañino de la UE. Su ideología no les dejó verlo entonces. Tal vez va siendo hora de que revisen esas manidas lentes ideológicas que les ocultaban la realidad que estaba frente a sus narices y que todavía hoy les impide analizar la realidad y posicionarse en ella.
Por su parte, el único partido que con razón se puede definir con propiedad como nacional, UPyD (Unión, Progreso y Democracia), afirmó entender a los sindicatos al tiempo que entendía que la Huelga, “no ayudaba hacer frente a la grave situación que atraviesa España“. Es la posición del no hay que hacer nada. Hay que permanecer como se está, trabajando y militando solamente en nuestro partido a la espera de que la gente nos vote. Para IH no es que la huelga no ayude, es que es insuficiente y podría planificarse estratégicamente de otras formas tales que sí supusieran daño real al Eje franco-alemán.
Como viene siendo tradicional, los bloques no se ponen de acuerdo respecto al seguimiento de la huelga. Para los sindicatos convocantes, fue masivo y, por tanto, un “éxito”. Para el Gobierno, el PP y algunos medios de comunicación ideológicamente afines fue un “fracaso”. Realmente, el éxito o fracaso de una huelga no se mide por el nivel de paro laboral conseguido, ni por las movilizaciones masivas de la tarde (aunque estas, a nivel de convocatoria social, sí fueron un éxito indudable), ni siquiera por la bajada del consumo eléctrico (aunque se vieron por toda España farolas encendidas durante el día y de que se trata de un método de medición bastante gratuito). El éxito de una huelga se mide por sus resultados, por si se consiguen objetivos políticos concretos. Además, una huelga de un día, y esto es el ABC del sindicalismo, no es más que un medio para conseguir fines a largo plazo que requieren más movilizaciones. Otra cosa es si esos medios huelguísticos permiten avanzar en la línea correcta. De momento, el referéndum consultivo frente a las reformas, que tratan de impulsar mediante huelgas y amparados en la institución conjunta llamada “Cumbre Social“, de reciente creación, estimamos que es probable que no suceda nunca. Aun así, lo ocurrido con los desahucios indica que la presión social puede conseguir logros y que las movilizaciones sociales realmente modifican -levemente- las políticas de los dirigentes. Por otra parte, una huelga puede fracasar “externamente” pero suponer un “triunfo” interno para las propias instituciones que las convocan si refuerza algo los lazos de los militantes, introduce a nuevas generaciones en la lucha y le enseña los métodos de la tradición sindical, si cohesiona a los grupos convocantes frente a sus enemigos, etc.
Tampoco se mide el éxito de una huelga o su fracaso por la violencia ejercida. Además de ser difícil determinar qué es violencia sindical e, incluso, qué es violencia policial (los piquetes sindicales no son tan agresivos comparados con otros de otras naciones -como Estados Unidos mismamente-, ni el actuar de la Policía española, aún siendo polémico, es tan brutal como el de otras naciones -como por ejemplo la chilena, la argentina o la mismísima policía sueca). Cierto es que los detenidos fueron 142 y los heridos unos 74, de los cuales 43 son policías y otros miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado español. Pero estos datos no son más que estadística, y nada dicen a nivel político de la huelga, salvo para pacifistas fundamentalistas de uno y otro bando. En Portugal, las detenciones fueron solo 7 y los heridos unos 48 entre manifestantes, huelguistas y policía. Con todo, los liberales comienzan a lamentar que los perroflautas pacifistas a los que ellos criticaban hace unos años parezcan que estén pensando abandonar sus flautas por porras y sus perros por leones.
Para Izquierda Hispánica lo que tiene que tener éxito es el, en principio, cada vez mayor desapego de los trabajadores españoles y portugueses hacia la Unión Europea y cómo van detectando que el reformismo ante ella es inútil. El español y portugués de la calle comienza ya a despotricar de la Unión Europea sin tapujos. Si esta Huelga ha servido a este fin, el tiempo lo dirá, y lo que hemos de evitar es que los oportunistas de siempre, estén dentro o fuera de los sindicatos reorienten la frustración ciudadana hacia la boca del lobo europeo una vez más. Y en ese ir hacia la boca del lobo están implicadas las cúpulas sindicales y muchos militantes sindicales cómplices con el europeismo y la socialdemocracia de las élites. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿entonces, qué hacer con los sindicatos y el movimiento obrero?
2) El posicionamiento de Izquierda Hispánica respecto al sindicalismo y el movimiento obrero.
Una vez analizada la Huelga del 14N, Izquierda Hispánica se definirse una vez más respecto a las instituciones sindicales y las posibilidades del movimiento obrero en el conjunto de la sociedad política. Nuestra postura conlleva, además, un posicionamiento respecto a otras instituciones que también se posicionan frente a los sindicatos. Izquierda Hispánica no es prosindicalista de modo incondicional y acrítico ya que entendemos que los sindicatos españoles tienen mucha basura interna que barrer. También reconocemos las limitaciones del movimiento obrero tanto en la consecución de sus objetivos propios de carácter económico-laboral como respecto a la sociedad política en la que deben desempeñar su labor. Pero si no somos fundamentalistas sindicalistas tampoco fundamentalistas antisindicalistas. No defendemos que los trabajadores hispanos disuelvan instituciones potentes de solidaridad efectiva. Esto les dejaría inermes ante el bloque liquidacionista sindical que forman el individualismo liberal y el nihilismo izquierdista teñido de sindicalismo revolucionario. Puede que esta solidaridad sea deficiente, como cuando se tiende a defender al trabajador veterano frente a los precarios. IH reconoce que no se puede escapar de las grandes instituciones ya formadas a lo largo de la historia y que la pretensión de crear sindicatos minoritarios, puros y revolucionarios, es más propias de aventureros que de materialistas que piensan y actúan desde lo realmente existente les guste o no. Por ello, la mejor forma de defender a las instituciones sindicales es criticándolas desde dentro para que hagan las cosas mejor. El sindicato es un arma más en la lucha que el socialismo iberoamericano está llevando a cabo y no vamos a tirarla a la basura para que nuestros enemigos la hagan suya.
Por ello,
a) Izquierda Hispánica critica y denuncia los aspectos ideológicos nefasto presente en los sindicatos en tanto suponen servidumbres teóricas y programáticas a intereses contrarios a esa labor sindical. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a nebulosas como puedan ser el europeismo. Como si Europa fuera “el progreso” al que todos nos tuviéramos que sumar y no hubiera detrás intereses de naciones concretas. O el fundamentalismo democrático, para el cual la “Democracia” es el procedimiento que todo lo cura, todo lo soluciona. Como la democracia siempre está adjetivada -democracia popular, liberal, orgánica, islámica, católica, etc.- el formalismo se convierte en el modo por el cual se defiende la democracia liberal de mercado pletórico, en sus versiones demoliberal, socialdemócrata y democristiana, c como la sociedad política definitiva y auténtica, calificando al resto de alternativas políticas democráticas como bárbaras o “inhumanas”). Nos estamos refiriendo también al seguidismo político respecto a partidos políticos concretos, como PSOE en el caso de UGT y, en parte por sus cúpulas, de CC.OO. Otro tanto se diría de la vinculación y apoyo que buscan los sindicatos, o aceptan de forma acrítica, en lo que se denomina “mundo de la cultura” e “intelectuales”. No dejamos tampoco de criticar la excesiva dependencia -que se desprende de todo lo anterior- de las subvenciones públicas y de los préstamos bancarios privados que lastran la independencia sindical. No somos ingenuos y no criticamos las subvenciones o los préstamos por principio. El problema de las subvenciones y préstamos es cuando pasan a ser la médula central de la financiación sindical impidiéndoles adoptar una política más radical y potente frente a sus enemigos. Todo ello acaba haciendo de las cúpulas sindicales más sumisas al poder político español y europeo sólo por cuestiones de supervivencia financiera de la institución. El trabajo por independizar el sindicato de este ancla financiero, sin caer en extremos absurdos, es otro de los trabajos que se debe llevar a cabo en el seno de la Hispanidad.
b) Izquierda Hispánica se posiciona radicalmente contra los enemigos liquidacionistas de los sindicatos, los liberales, y de manera especial contra los más radicales (anarco-capitalistas, monetaristas, paleolibertarianos, liberales “de orden” y sujetos similares). Estas pandillas sectarias y marginales, pero amamantadas vía subvenciones por el Estado que tanto aborrecen (la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, FAES, de José María Aznar, por ejemplo), son tan rompepatrias como los neofeudalistas de CiU, ERC, ETA, BNG y otros grupos de derecha antiespañola. Economistas como Jesús Huerta de Soto están al mismo nivel político contra España como lo pueda estar Artur Mas. También nos posicionamos contra la ideología miserable de la patronal española y sus propagandistas, que defiende la negociación individual entre obrero y empresario, la bajada misérrima de los salarios y tener a su disposición, como si de un buffet se refiere, a un extenso ejército de reserva de trabajadores de baja cualificación para que les hagan acrecentar su capital. El antisindicalismo fundamentalista de corte liberal es lo más contrario a los pilares ideológicos de Izquierda Hispánica ya que va orientado a la creación de una clase particular de individuos que obtienen su beneficio sobre el conjunto del patrimonio y riqueza nacional.
c) En Izquierda Hispánica somos conscientes de la influencia que la trayectoria histórica europeista que España ha tenido sobre los trabajadores españoles y portugueses. Tendencia nacidas ya en las propias dictaduras ibéricas recientes y que han dejado y dejan, día a día, su poderosa huella. El deterioro del tejido productivo español fue obra de la Unión Europea, con la connivencia de gobiernos españoles, oposición, secesionistas, la patronal y cúpulas sindicales. De todo ello, las bases no actuaron como pobres agentes engañados por sus dirigentes sino que en buena medida participaron dejando de lado a otros compañeros críticos con lo que estaba ocurriendo. Tampoco los trabajadores españoles no sindicados pueden librarse de ello, en tanto han votado a partidos políticos europeistas vendepatrias y rompepatrias de la nación española. Por eso decimos que el europeísmo es, esencialmente, extraño a los sindicatos españoles. Pese a la connivencia con la desindustrialización de nuestra Patria, realmente el problema de España no son sus sindicatos en cuanto tales, los cuales -nunca se olviden- no son los que dictan las políticas económicas sino los que responden siempre ante ellas. El problema del europeísmo recorre todas las grandes instituciones españolas, desde el Ejército y su doctrina militar, la Universidad, la Iglesia Católica, las Televisiones, el Cine, y un largo etcétera. Es decir, reconocemos y criticamos la parte de culpa de las cúpulas y ciertos militantes sindicales en la expansión del europeísmo, pero se trata de una parte alicuanta (aquella que divide al todo pero en partes desiguales) frente a otras instituciones(partidos políticos con responsabilidad de gobierno por ejemplo) que sí han tenido una parte mayor de responsabilidad en comparación con los sindicatos. Si nos negáramos a trabajar en las instituciones con ideologías y programas europeistas, tendríamos que habitar el limbo de los justos y no el mundo real que nos envuelve. O tendríamos que montar sectas “puras” y filosóficamente impecables a la espera de que la gente alcance por sí misma la verdad ejercitando la crítica del presente y termine por afiliarse a dichas sectas. De este modo, en vez de realizar la crítica del presente sería el presente el que nos criticaría a nosotros al reducirnos a un grupo de iluminados que, engolfados en sus verdades, son incapaces de influir mínimamente en su entorno. No se puede hacer política sin ensuciarse las manos. Con todas sus taras y problemas, los sindicatos son instituciones que, junto a muchas otras, podrían servir de material para construir un sindicalismo hispánico.
d) Los sindicatos ejercen, a su determinada escala, la hegemonía sobre los distintos tipos de trabajadores españoles. En las elecciones sindicales son votados mayoritariamente y consiguen desbordar el ámbito de su representación específica (los trabajadores españoles sindicados) mediante convenios colectivos que influyen también sobre los no sindicados, siempre de acuerdo con la Ley aplicada por el poder del Estado. Esto se ve, además, de manera muy clara en las manifestaciones que por la tarde del día de la huelga hubo en varias ciudades españolas, donde había más clases que las propiamente productoras o asalariadas. También se han manifestado profesionales concretos como funcionarios o policías, cuerpos profesionales que tienen sus propios sindicatos (como la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, CSIF, y el Sindicato Unificado de Policía, SUP, respectívamente).
e) Izquierda Hispánica, además, no cree en el sindicalismo revolucionario, de corte anarco-sindicalista o soreliano-fascista (nacional-sindicalista). Los sindicatos son instituciones conservadoras en cierto sentido, pues su esencia no es otra que la lucha por las mejoras salariales o de situación laboral concreta de los trabajadores, por mucho los Estatutos de algunos sindicatos lancen las campanas al vuelo. La naturaleza institucional de los sindicatos impide que sobre ellos se monten movimientos revolucionarios viables. Los sindicatos solos jamás podrán sustentar un movimiento revolucionario.
Conclusión: Trabajar por la construcción de un Partido.
Esta labor es tarea del Partido político, en su sentido más genérico como aquella parte o agrupación de ciudadanos del Estado con planes y programas definidos frente a otras partes, no pudiéndose exigirle al sindicato que asuma funciones que no le son propias. Un Partido que sea capaz de orientar la lucha política en todas las instituciones en que se encuentre (sindicatos, universidades, policía, Ejército, etc.) hacia una unidad socialista iberoamericana. Ese Partido no puede nacer por ensalmo y por ello, la labor de la Asociación Cultural Izquierda Hispánica es ser el germen que, sobre los pilares de la Hispanidad, el Socialismo y el Materialismo filosófico, inocule la enfermedad que acabe con la hegemonía franco-alemana en Europa y con la hegemonía anglo-americana en el globo. No para imponer una hegemonía china, rusa o islámica, sino para que la Unidad Iberoamericana pueda, pese a su localización particular, ser universal y generadora en sus efectos.
Los trabajadores españoles, sindicados o no, han de orientar su lucha política no mediante huelgas de un solo día, al menos no solo. Han de orientar la lucha política en todas las instituciones en que se encuentren (sindicatos, universidades, policía, Ejército, administración pública, sector servicios, industria, sector de la educación primaria y secundaria, fundaciones privadas, ciudad y campo), hacia la crítica radical -a la raíz- a las instituciones culpables del sometimiento de España y Portugal, en particular la Unión Europea. Quizás, en un plazo más corto, para desde dentro de la misma utilizar los resortes imprescindibles para no dejarse avasallar por la prepotencia germánica, tolerada por los Estados Unidos de Norteamérica. Y en plazo futuro mayor, para reencontrarse con el resto de trabajadores hispanos, la “clase de clases” de trabajadores que en la Plataforma Hispánica son los sujetos atómicos formales de la Revolución que, desde las coordenadas ideológicas que conforman Izquierda Hispánica (Hispanidad, Socialismo y Materialismo Filosófico), han de protagonizar una revolución política que, aún local en su localización (Iberoamérica), sea universal en sus efectos históricos. O luchamos por la Alianza Socialista Iberoamericana, o nos obligarán a luchar por ideas que nos son extrañas, ajenas y perjudiciales.
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Santiago Armesilla: Huelga 14N en España: los sindicatos de clase y las clases de trabajadores
Huelga 14N en España: los sindicatos de clase y las clases de trabajadores
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Santiago Armesilla
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