Artículo publicado en Izquierda Hispánica el 13 de julio de 2012: http://izquierdahispanica.org/2012/de-la-caverna-a-la-luz/
Artículo publicado en Izquierda Hispánica el 13 de julio de 2012:
No es costumbre en Izquierda Hispánica el vanagloriarse del acierto de nuestros análisis. El error en los mismos es posible, y muchas veces necesario, para más adelante mejorar en los mismos. Pues la reflexión es el primer paso hacia la acción. Es más, es una acción en sí misma. Toda elaboración teórica es una acción práctica, por mucho que esto pueda frustrar a ciertos voluntaristas que creen que por el mero hecho de estar en las calles ya han alcanzado el Espíritu Absoluto hegeliano. Pero IH no puede ni debe arrepentirse ni refractarse de nada, ni tampoco tenemos por quémostrar nuestro currículum político cada dos por tres. Ahí están dos años de trayectoria como asociación política, con una web que funciona periodicamente, un programa, Zafarrancho, que ya tiene su hueco mediático en Internet. Unas acciones en la calle conocidas por todos, como nuestra participación en las asambleas del 15M original, y una creciente y mesurada presencia académica en auge (como las Jornadas sobre la Caída de la URSS en la Universidad Complutense de Madrid -en edición para ser colgadas en youtube- así lo prueban). Así pues, a nadie pillará de sorpresa nuestro criterio a la hora de analizar los acontecimientos últimos que están dándose lugar en las calles, de momento, de Madrid. En definitiva, ahí están las heremotecas para ver nuestros evidentes aciertos analíticos en todo este tiempo. Y lo decimos desde el principio para hacer ahora otro análisis más, necesario: lo que ahora mismo está ocurriendo en Madrid, durante toda esta semana, tras la llegada de los mineros a la capital de España.
Empezaremos por lo último, que no es más que la aprobación de los recortes económico-sociales que el Gobierno del Partido Popular ha aprobado, con el único apoyo de su mascota fuerista, la Unión del Pueblo Navarro. El “¡Que se jodan!” de la hija de Fabra, también diputada del PP, tanto a la oposición (“izquierdista” y “derechista”) como a los trabajadores españoles, parados, pensionistas, muestra que la dialéctica de clases en España sigue vigente. Que hay un buen número de compatriotas que, por el mero regusto de llevar la contraria a la ruinosa socialdemocracia, culpable también de la situación en que España ahora está, se alegran de que a partir de ahora el salario mínimo interprofesional se vaya a estancar en lo 641 euros, de que la minería en España (un sector que no negamos que sea “deficitario”) esté sufriendo unos recortes que pongan en peligro no ya los puestos de trabajo de los mineros, sino la recurrencia vital de sus familias. Y entrecomillamos lo de “deficitario” porque, ciertamente, es de los pocos sectores realmente productivos que nos quedaban. No es casual que estas medidas propias de un protectorado se apliquen cuando Alemania, el Estado depredador europeo por antonomasia, vaya a reactivar las cuencas mineras de Rühr. Y el fundamentalismo liberal español piensa, mientras, que “el mercado proveerá” a los mineros nuevos puestos de trabajo, al mismo tiempo que es bueno ceder “toneladas de soberanía” a Bruselas y Berlín, como afirmó el vendepatrias ministro de Exteriores Margallo, el mismo que se bajó los pantalones ante el Reino Unido tras sus futiles bravuconadas sobre Gibraltar. El liberalismo en España, hoy día, es una ideología en esencia antiespañola, antiobrera, antipatriota. Igual o peor que el neofeudalismo secesionista o que la socialdemocracia. Izquierda Hispánica está con los mineros, está con sus familias, está con los afectados por los recortes en Asturias, León y en toda España. Lo triste es que los únicos que hoy día llevan a los mineros a Madrid, en una “Marcha Negra” sin duda loable y ejemplar, que les ha llevado a pasar delante de la Moncloa, son sindicatos como Comisiones Obreas y UGT, los cuales son corresponsables durante décadas de la destrucción del tejido productivo español. Es triste que el momento más serio que ha ocurrido en 40 años de acercamiento a la sede del poder político español, esta misma semana, esté auspiciado por instituciones que llenan las calles de pancartas reivindicativas mientras firman legislaciones laborales absolutamente lesivas para los trabajadores españoles. Los sindicatos organizan un cabaret en las calles de Madrid para impresionar a unos mineros con serios problemas de trabajo, que solo servirá para escenificar la enésima traición de los sindicatos socialdemócratas a los trabajadores.
Y los mineros son un ejemplo para todos. Ya Gustavo Bueno les alertó, nos alertó, en 1991, en su célebre “Discurso a los mineros asturianos” sobre esto que iba a pasar. Invitamos a todos nuestros seguidores, incluso críticos, que lean ese seminal artículo. Pero lo cierto es que la única manera de dar dignidad a los mineros y sus familias sería, a nuestro juicio, el reubicarlos en otras industrias productivas necesarias para España, más aún que un sector productivo que no aporta nada ya a España. Pero la casta política española tendría dignidad si, hasta reubicarlos, mantiene sus puestos de trabajo y su deficiente sector hasta completar la sustitución productiva y asegurar así la composibilidad y la recurrencia del sistema productivo español. Todavía hoy, en 2012, hay que mantener la minería hasta lograr formas históricas más elevadas.
Mineros, funcionarios, bomberos, policías… Trabajadores españoles que juntan y separan elementos materiales en el campo económico asegurando la recurrencia de nuestra nación. Todos se dan cuenta de que la situación empieza a ser insostenible y muy seria. Y todos saben, sobre todo en el campo de la “izquierda” política, que el problema real se llama Europa, se llama Alemania. Y que, sin embargo, España no puede hacer nada hoy salvo esperar a que el BCE -como dijo Paul Krugman- nos dicte una sentencia más. Las reivindicaciones de nuestros trabajadores están ahora en la frontera entre la mera reivindicación laboral y la crítica sistemática a la situación política en que España está inmersa. Se piden, necesitan, imploran cambios. Que rueden cabezas. Pero el corte de carreteras, el incremento de la dureza de la policía en servicio, las marchas a la Moncloa, se ven heterogéneas en el mal sentido de la palabra. No hay símbolos que unifiquen, no hay un plan de acción real (que los indignados estén también en el ajo, sin negar sus virtudes positivas, es sintomático de los problemas de definición del movimiento en marcha en las calles de Madrid). Banderas regionales sustituyen en las marchas a banderas nacionales y/o de partido. Hay potencia, y habrá más en el corto y medio plazo. Al menos hasta que el proceso de acumulación de capital, siguiendo la vía liberal-semicolonial que ha elegido Mariano Rajoy para España, permita una recuperación relativa de nuestra economía. Y es necesario que esa agitación ocurra. Pero esa potencia no tiene guía, no está definida, no tiene control. La potencia sin control no sirve de nada.
España en el 2012 recuerda mucho a la Inglaterra de la década de 1980. Y para mal, e incluso peor, pues Inglaterra con Thatcher seguía siendo una potencia mundial industrial, militar, económica y cultural. España está dos peldaños por detrás de los anglos. Y tras la tempestad, la calma puede ser angustiosa para muchos que hoy salen a la calle, a no ser que sean consumidores satisfechos de agitación política democrática. Sin alternativa política real, más allá de la alternancia, más allá de una reconfiguración del mapa geopolítico español a nivel de dialéctica de clases y de Estados, nos seguirá manteniendo en una posición de inevitabilidad de la servidumbre en la UE, en la que solo podremos aspirar o a estar bajo la bota alemana, o a aliarnos con Francia (frente a Alemania). Y hay que decirlo claro: mientras esto no ocurra, las protestas no servirán de nada, por muy virulentas que sean, igual que no han servido para nada en Grecia. Habrá PP para rato, y si el PSOE vuelve al poder (a pesar de la subida electoral de Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia) será con un Tony Blair español, continuador de lo que hoy se está aplicando, porque, como a Rajoy, no quede otro remedio.
Preguntémos si no, ¿por qué una persona del prestigio, credibilidad y trayectoria política de Julio Anguita, con la que está cayendo, pide mesura, reflexión, trabajo teórico y acumulación de fuerzas en su “Frente Cívico“? Porque sabe que la potencia sin control no sirve de nada. Y sabe incluso que su iniciativa puede fracasar, e incluso puede derivar a terrenos que no sean los que él inicialmente ha propuesto, algo que no le importa salvo para evitar degeneraciones que no lleven a ningún sitio. España, a diferencia de Grecia, tiene a donde ir, tiene una plataforma alternativa a la europeísta, en la que poder desenvolverse, respirar e incluso aportar mucho de sí: América, donde se dan los procesos políticos altercapitalistas más interesantes del presente, con sus aciertos y errores. E incluso Estados Unidos es mejor opción que Europa, habida cuenta de los trabajadores hispanos que allí suponen el mayor puntal político transformador que el Imperio realmente existente han tenido desde su Independencia de Inglaterra. Incluso lo que está pasando en la calle tiene su referente necesario al que mirar: México. Salvando las distancias, la iniciativa de Julio, aún partiendo él del PCE, recuerda a la formación del PRD en México, a la que se llegó no sin duras luchas y también agrios debates teóricos en que coincidieron y convergieron nacionalistas cardenistas, ex-priístas y socialistas revolucionarios y comunistas. Y todo hasta llegar a la figura heroica de Andrés Manuel López Obrador(y la coalición en ciernes Morena), el mexicano más importante y esencial del presente. ¿Por qué España ha de soportar ser un protectorado alemán, pudiendo ir de la mano, ayudar, servir y luchar junto a México, Venezuela, Cuba, Argentina, Brasil, en una plataforma común?
La potencia sin control no sirve de nada. Lo sabe Julio Anguita, lo sabe Andrés Manuel López Obrador, lo sabían Marx y Lenin. La fuerza en la calle debe estar encauzada a un proyecto de Estado, inserto en una plataforma continental que no nos permita ni ser colonia ni tenerlas. Europa es el problema, Iberoamérica es la solución. Izquierda Hispánica lo lleva diciendo desde 2010 como asociación política, y desde 2007 como bitácora en Internet. O este camino, o los caminos que ya hay abiertos: la indefinición izquierdista, el europeísmo liberal-socialdemócrata, la destrucción de España como nación o el caos. Los mexicanos tardaron décadas, desde 1968 (y antes) hasta el 2006, en darse cuenta de cuál era el camino a seguir. En España, nación de transformaciones lentas, ocurrirá algo similar. Lo que no ha de hacernos ni desfallecer, ni retroceder ni rendirse. España debe ir a paso seguro hacia su liberación nacional, y debe recuperar su independencia, como en 1812. Pues hoy, en 2012, las cadenas de la servidumbre vuelven a yugular a la nación. Solo el control de la potencia en la dirección adecuada puede sacarnos del precipicio en el que estamos a punto de caer.
Empezaremos por lo último, que no es más que la aprobación de los recortes económico-sociales que el Gobierno del Partido Popular ha aprobado, con el único apoyo de su mascota fuerista, la Unión del Pueblo Navarro. El “¡Que se jodan!” de la hija de Fabra, también diputada del PP, tanto a la oposición (“izquierdista” y “derechista”) como a los trabajadores españoles, parados, pensionistas, muestra que la dialéctica de clases en España sigue vigente. Que hay un buen número de compatriotas que, por el mero regusto de llevar la contraria a la ruinosa socialdemocracia, culpable también de la situación en que España ahora está, se alegran de que a partir de ahora el salario mínimo interprofesional se vaya a estancar en lo 641 euros, de que la minería en España (un sector que no negamos que sea “deficitario”) esté sufriendo unos recortes que pongan en peligro no ya los puestos de trabajo de los mineros, sino la recurrencia vital de sus familias. Y entrecomillamos lo de “deficitario” porque, ciertamente, es de los pocos sectores realmente productivos que nos quedaban. No es casual que estas medidas propias de un protectorado se apliquen cuando Alemania, el Estado depredador europeo por antonomasia, vaya a reactivar las cuencas mineras de Rühr. Y el fundamentalismo liberal español piensa, mientras, que “el mercado proveerá” a los mineros nuevos puestos de trabajo, al mismo tiempo que es bueno ceder “toneladas de soberanía” a Bruselas y Berlín, como afirmó el vendepatrias ministro de Exteriores Margallo, el mismo que se bajó los pantalones ante el Reino Unido tras sus futiles bravuconadas sobre Gibraltar. El liberalismo en España, hoy día, es una ideología en esencia antiespañola, antiobrera, antipatriota. Igual o peor que el neofeudalismo secesionista o que la socialdemocracia. Izquierda Hispánica está con los mineros, está con sus familias, está con los afectados por los recortes en Asturias, León y en toda España. Lo triste es que los únicos que hoy día llevan a los mineros a Madrid, en una “Marcha Negra” sin duda loable y ejemplar, que les ha llevado a pasar delante de la Moncloa, son sindicatos como Comisiones Obreas y UGT, los cuales son corresponsables durante décadas de la destrucción del tejido productivo español. Es triste que el momento más serio que ha ocurrido en 40 años de acercamiento a la sede del poder político español, esta misma semana, esté auspiciado por instituciones que llenan las calles de pancartas reivindicativas mientras firman legislaciones laborales absolutamente lesivas para los trabajadores españoles. Los sindicatos organizan un cabaret en las calles de Madrid para impresionar a unos mineros con serios problemas de trabajo, que solo servirá para escenificar la enésima traición de los sindicatos socialdemócratas a los trabajadores.
Y los mineros son un ejemplo para todos. Ya Gustavo Bueno les alertó, nos alertó, en 1991, en su célebre “Discurso a los mineros asturianos” sobre esto que iba a pasar. Invitamos a todos nuestros seguidores, incluso críticos, que lean ese seminal artículo. Pero lo cierto es que la única manera de dar dignidad a los mineros y sus familias sería, a nuestro juicio, el reubicarlos en otras industrias productivas necesarias para España, más aún que un sector productivo que no aporta nada ya a España. Pero la casta política española tendría dignidad si, hasta reubicarlos, mantiene sus puestos de trabajo y su deficiente sector hasta completar la sustitución productiva y asegurar así la composibilidad y la recurrencia del sistema productivo español. Todavía hoy, en 2012, hay que mantener la minería hasta lograr formas históricas más elevadas.
Mineros, funcionarios, bomberos, policías… Trabajadores españoles que juntan y separan elementos materiales en el campo económico asegurando la recurrencia de nuestra nación. Todos se dan cuenta de que la situación empieza a ser insostenible y muy seria. Y todos saben, sobre todo en el campo de la “izquierda” política, que el problema real se llama Europa, se llama Alemania. Y que, sin embargo, España no puede hacer nada hoy salvo esperar a que el BCE -como dijo Paul Krugman- nos dicte una sentencia más. Las reivindicaciones de nuestros trabajadores están ahora en la frontera entre la mera reivindicación laboral y la crítica sistemática a la situación política en que España está inmersa. Se piden, necesitan, imploran cambios. Que rueden cabezas. Pero el corte de carreteras, el incremento de la dureza de la policía en servicio, las marchas a la Moncloa, se ven heterogéneas en el mal sentido de la palabra. No hay símbolos que unifiquen, no hay un plan de acción real (que los indignados estén también en el ajo, sin negar sus virtudes positivas, es sintomático de los problemas de definición del movimiento en marcha en las calles de Madrid). Banderas regionales sustituyen en las marchas a banderas nacionales y/o de partido. Hay potencia, y habrá más en el corto y medio plazo. Al menos hasta que el proceso de acumulación de capital, siguiendo la vía liberal-semicolonial que ha elegido Mariano Rajoy para España, permita una recuperación relativa de nuestra economía. Y es necesario que esa agitación ocurra. Pero esa potencia no tiene guía, no está definida, no tiene control. La potencia sin control no sirve de nada.
España en el 2012 recuerda mucho a la Inglaterra de la década de 1980. Y para mal, e incluso peor, pues Inglaterra con Thatcher seguía siendo una potencia mundial industrial, militar, económica y cultural. España está dos peldaños por detrás de los anglos. Y tras la tempestad, la calma puede ser angustiosa para muchos que hoy salen a la calle, a no ser que sean consumidores satisfechos de agitación política democrática. Sin alternativa política real, más allá de la alternancia, más allá de una reconfiguración del mapa geopolítico español a nivel de dialéctica de clases y de Estados, nos seguirá manteniendo en una posición de inevitabilidad de la servidumbre en la UE, en la que solo podremos aspirar o a estar bajo la bota alemana, o a aliarnos con Francia (frente a Alemania). Y hay que decirlo claro: mientras esto no ocurra, las protestas no servirán de nada, por muy virulentas que sean, igual que no han servido para nada en Grecia. Habrá PP para rato, y si el PSOE vuelve al poder (a pesar de la subida electoral de Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia) será con un Tony Blair español, continuador de lo que hoy se está aplicando, porque, como a Rajoy, no quede otro remedio.
Preguntémos si no, ¿por qué una persona del prestigio, credibilidad y trayectoria política de Julio Anguita, con la que está cayendo, pide mesura, reflexión, trabajo teórico y acumulación de fuerzas en su “Frente Cívico“? Porque sabe que la potencia sin control no sirve de nada. Y sabe incluso que su iniciativa puede fracasar, e incluso puede derivar a terrenos que no sean los que él inicialmente ha propuesto, algo que no le importa salvo para evitar degeneraciones que no lleven a ningún sitio. España, a diferencia de Grecia, tiene a donde ir, tiene una plataforma alternativa a la europeísta, en la que poder desenvolverse, respirar e incluso aportar mucho de sí: América, donde se dan los procesos políticos altercapitalistas más interesantes del presente, con sus aciertos y errores. E incluso Estados Unidos es mejor opción que Europa, habida cuenta de los trabajadores hispanos que allí suponen el mayor puntal político transformador que el Imperio realmente existente han tenido desde su Independencia de Inglaterra. Incluso lo que está pasando en la calle tiene su referente necesario al que mirar: México. Salvando las distancias, la iniciativa de Julio, aún partiendo él del PCE, recuerda a la formación del PRD en México, a la que se llegó no sin duras luchas y también agrios debates teóricos en que coincidieron y convergieron nacionalistas cardenistas, ex-priístas y socialistas revolucionarios y comunistas. Y todo hasta llegar a la figura heroica de Andrés Manuel López Obrador(y la coalición en ciernes Morena), el mexicano más importante y esencial del presente. ¿Por qué España ha de soportar ser un protectorado alemán, pudiendo ir de la mano, ayudar, servir y luchar junto a México, Venezuela, Cuba, Argentina, Brasil, en una plataforma común?
La potencia sin control no sirve de nada. Lo sabe Julio Anguita, lo sabe Andrés Manuel López Obrador, lo sabían Marx y Lenin. La fuerza en la calle debe estar encauzada a un proyecto de Estado, inserto en una plataforma continental que no nos permita ni ser colonia ni tenerlas. Europa es el problema, Iberoamérica es la solución. Izquierda Hispánica lo lleva diciendo desde 2010 como asociación política, y desde 2007 como bitácora en Internet. O este camino, o los caminos que ya hay abiertos: la indefinición izquierdista, el europeísmo liberal-socialdemócrata, la destrucción de España como nación o el caos. Los mexicanos tardaron décadas, desde 1968 (y antes) hasta el 2006, en darse cuenta de cuál era el camino a seguir. En España, nación de transformaciones lentas, ocurrirá algo similar. Lo que no ha de hacernos ni desfallecer, ni retroceder ni rendirse. España debe ir a paso seguro hacia su liberación nacional, y debe recuperar su independencia, como en 1812. Pues hoy, en 2012, las cadenas de la servidumbre vuelven a yugular a la nación. Solo el control de la potencia en la dirección adecuada puede sacarnos del precipicio en el que estamos a punto de caer.