Este artículo nuevo de Gustavo Bueno sobre el comunismo repasa lugares comunes ya tratados por él acerca de esta ideología política. Su...
Este artículo nuevo de Gustavo Bueno sobre el comunismo repasa lugares comunes ya tratados por él acerca de esta ideología política. Sus conclusiones son ya sabidas por los que llevamos años leyendo materialismo filosófico, pero serán nuevas para otros. Me sugiere los siguientes comentarios:
a) Gustavo Bueno no lee textos de comunistas o, como mínimo, de marxistas serios, desde los años 70 del siglo pasado, cosa que algunos pudimos comprobar en 2010 cuando en los encuentros de filosofía de la Fundación Gustavo Bueno el propio maestro nos dijo que no leía sobre cuestiones de economía marxista o sobre filosofía marxista desde la década de 1970, quedando bastante rezagado en el conocimiento que, sobre todo en torno a cuestiones como la Economía Política o la Teoría del Estado, ha avanzado el marxismo en la década de 1980 o de 1990, y desconociendo los aportes -muy cercanos a los suyos- de gente como Theda Skocpol, Charles Tilly, Barrington Moore, James Petras, Lorenzo Peña (el cual renuncia a la idea de comunismo final sin Estados pero reformulando la idea de comunismo en un sentido estatalista de geopolítica entre super-potencias) e incluso a los postmarxistas tipo David Harvey o Immanuel Wallerstein, o a economistas como Phillip Mirowski, Michael Perelman, Paul Cockshott, Diego Guerrero, Rolando Astarita, Duncan Foley, o a filósofos que tienen mucho más en común con el materialismo filosófico de Bueno de lo que parece como Slavoj Zizek;
y b) Nos quedamos igual a como estábamos antes de leerlo los que le llevamos leyendo desde hace años, y esto es algo habitual al menos para mí, me refiero a la sensación de que Bueno se repite una y otra vez en lo mismo sin aportar salidas a los problemas que trata de analizar (no lo pretende tampoco), y decir que el comunismo es un "mito luminoso" o lo fue, no aporta nada al debate sobre el comunismo, del mismo modo que decir que Dios no existe, por parte de un ateo, no aporta nada salvo una clarificación de posturas que, sin embargo, si se toman en serio, exigen su profundización. Y es evidente que Bueno ha profundizado sobre esta cuestión en innumerables obras suyas. ¿Pero cuál es su propuesta alternativa? ¿No la tiene? ¿No cree que sea interesante una propuesta suya? ¿Qué consigue una filosofía crítica tratando de "triturar filosóficamente" los mitos del presente, incluso los luminosos como, en determinadas ocasiones, lo fueron los mitos de Dios o del comunismo? Para empezar consigue aislamiento y marginalidad, y segundo, en caso de tener éxito entre algunos sujetos, llevar a estos a un callejón sin salida de difícil solución política, salvo por una cuestión: tomar la dialéctica de clases y de Estados como motor de la Historia, llevada a sus niveles universalistas máximos por la dialéctica de Imperios conlleva, de manera necesaria, tomar al Estado y, en su grado más alto, al Imperio (sea depredador o generador en terminología bueniana) como sujeto revolucionario conjugado con la clase o clases sociales organizadas que tengan el poder político en ese Estado o Imperio revolucionario. Y estas pautas las da el propio Gustavo Bueno en su filosofía política, y es lo que evitaría la, para algunos (a mi juicio, no bien interpretada), excesiva "estatolatría" de su filosofía. Solo un Imperio Generador universal y universalista, con capacidad para influir en la mayoría de las sociedades políticas del Mundo, puede ejercer de sujeto revolucionario a escala universal, y si esta revolución universalista está dirigida por las vanguardias conscientes de las clases de trabajadores que tomaron el poder en esa sociedad política, elevando el nivel del pueblo entero hasta niveles ejemplaristas y se llega a rebasar ese límite hasta convertir una sociedad atrasada (o en la "periferia del sistema-Mundo" que dirían los post-marxistas tipo Immanuel Wallerstein), en una superpotencia mundial (como lo fue la Unión soviética, como lo es China), entonces las garantías de transformación de las condiciones de vida de la mayoría de la nación (el Imperio) e incluso del resto de sujetos humanos de otras sociedades estaría más garantizada.
En definitiva, no hay un único sujeto revolucionario, sino varios: el Partido, vanguardia o bloque histórico dirigente de las clases de trabajadores sin propiedad legal, ilegal o alegal en las distintas ramas de las relaciones de producción, a nivel de dialéctica de clases (relación sinalógica dentro de un mismo cuerpo político), y el Estado mismo, elevándose si es posible incluso a la categoría de superpotencia mundial (Imperio Generador Socialista) a nivel de dialéctica de Estados (relación isológica con otros cuerpos políticos). El afirmar esto no es un "brindis al Sol", frase fetiche de mucho materialista gnóstico (incluido, parece ser, el propio Gustavo Bueno), sino conectar la filosofía materialista de Bueno con la ideología comunista, la única que ha podido desarrollar esta conexión o conjugación de términos del campo político (Estados, Imperios, clases sociales) a nivel universalista de una manera revolucionaria en todos los sentidos. Es ahí donde el mito del comunismo encuentra su racionalidad operatoria y operativa, práxica, histórica real, y ello no puede ni obviarse, ni desdeñarse, ni se puede renunciar a ella, porque esa es la vía por la que muchos en el campo del marxismo-leninismo van caminando, precisamente, desde la época en que Gustavo Bueno dejó de leer a marxistas y a leninistas. Esto, y no un materialismo gnóstico y nihilista, que tritura por triturar ideas, es la verdadera consecuencia de la "vuelta del revés de Marx" que, si se lee a Marx desde el prisma del filomat, podrá verse ya en sus escritos y en los de Engels. Porque una "vuelta del revés de Marx" tomada en serio conllevaría, sin duda, a asumir el materialismo filosófico como necesario para llegar a una concepción materialista de la vida política, de la vida en la Polis (en el Estado) en relación con otras Polis (otros Estados), que vaya más allá de una mera "injertación" pulposa en un cuerpo político, consciente de los saberes de primer grado pero sin ninguna influencia sobre el cuerpo en sí más allá de un mero pepitogrillismo minoritario y "underground". Una verdadera conciencia filosófica crítica políticamente implantada no es lo mismo que una conciencia filosófica crítica políticamente implantada verdadera, pues mientras que la primera toma, al parecer, la idea de implantación política como algo similar al hombre común algo formado que lee periódicos y ve la televisión, la segunda, si acaso incluso como ideología (y toda doctrina filosófica no deja de ser una ideología), debe ser esencialmente imperialista, tanto dentro del cuerpo de la sociedad política donde se desarrolla como hacia las demás sociedades políticas. Y precisamente el cristianismo y el comunismo (con sus ideas mitológicas luminosas de Dios o de comunismo) han estado implantadas políticamente a una escala histórica, no anecdótica, mucho mayor que una doctrina filosófica, al parecer, realizada para su ejercicio por parte de una autoproclamada "minoría consciente" sin presencia alguna en ningún ámbito de poder político más allá del que le permite tener un poder ya establecido que le da unas migajas a cambio de favores. No obstante, y me repito, hay vías de escape a esta situación.