Este artículo se mandó hace un par de semanas a Crónica Global, diario catalán "antinacionalista", y es el segundo que decide...
Este artículo se mandó hace un par de semanas a Crónica Global, diario catalán "antinacionalista", y es el segundo que deciden no publicar en ese diario. Está claro, y ya escribiré sobre ello pues es algo que llevo pensando hace tiempo, que la frase "ójala la izquierda -sin especificar cuál- en España defendiese la unidad de España" es una frase vacua, vacía de contenido y falaz en tanto que, realmente, resulta ser una falsa conciencia que esconde una intención más perversa: el deseo de que haya una "izquierda" de corte liberal o socialdemócrata y constitucionalista "antinacionalista". O lo que es lo mismo, una especie de UPyD o Ciudadanos con más discurso social y toques a lo Susana Díaz. Vamos, patriotismo constitucional habermasiano al uso. Pero en cuanto alguien se dice de izquierdas, pero en sentido fuerte, definido, patriota español y señala que el principal foco de nuestros males es la Constitución Española de 1978, entonces estos mismos que hablan de falsos deseos, te cierran las puertas. No obstante, y teniendo en cuenta que no volveré a enviar nada a ningún medio digital constitucionalista, publico el artículo en mi web personal:
Todos asistimos con estupefacción
al intento de ataque que diversos grupos neofascistas españolistas realizaron
el pasado 11 de septiembre de este año en la librería Blanquerna en Madrid, una
de las sedes de la Generalitat de Cataluña fuera de esta región. Miembros de
los partidos Falange Española de las JONS, Democracia Nacional y la neonazi
Alianza Nacional entraron en la librería al grito de "!No nos engañas,
Cataluña es España!", portando banderas de los susodichos
micropartidos mientras uno de ellos, el único que llevaba la cara tapada,
empujó de una manera un poco amanerada al diputado de CiU Sánchez Llibre,
tumbaron la tribuna de oradores y el micrófono y siguieron a lo suyo. Esta performance
situacionista con cierto toque barriobajero duró pocos minutos, terminando la
función tirando gases lacrimógenos al suelo y con la detención de todos los
implicados. Al poco tiempo, Gaspar Llamazares de Izquierda Plural pidió
públicamente la ilegalización de estos tres partidos.
Las autoridades policiales tienen
bastante controlados a estos grupos de la llamada "extrema derecha",
aunque sería más apropiado llamarlos tercerposicionistas pues, dejando aparte
que es la etiqueta que la mayoría de ellos (no todos) prefieren usar para
autodenominarse, el fascismo y las ideologías relacionadas y derivadas del
mismo no puede identificarse con lo que tradicionalmente la Politología ha
entendido como derecha: la unión de Trono y Altar y el tradicionalismo moral y
cultural (extrema derecha fue la Acción Francesa de Maurrás o el boulangismo,
lo que no quiere decir que esta extrema derecha -en España lo fue el carlismo-
no haya influido sobremanera en el nacimiento del primer fascismo, junto con
cierto sindicalismo revolucionario antimarxista). El fascismo surgió tanto como
movimiento revolucionario como contrarrevolucionario: fue revolucionario en
tanto trató de subvertir el orden establecido en las naciones en que triunfó
(Italia y, de manera más radical, en Alemania) tanto contra la democracia
liberal como contra las instituciones tradicionales religiosas,
administrativas, jurídicas y económicas, a las que sometió a su voluntad al
tiempo que contaba con su total protección y apoyo. Y fue contrarrevolucionario
en tanto se revolvió violentamente contra el materialismo filosófico, el
racionalismo radical tanto ilustrado como científico (aunque no dudó en recoger
influencia de ambos: Mussolini fue un admirador declarado de la Revolución
Francesa, y los fascistas y nazis no dudaron en asumir, a su manera, toda la
teoría evolucionista de Darwin), el determinismo causalista y, sobre todo, el
socialismo internacionalista que veía en el proletariado el sujeto activo de la
revolución anarquista, socialista y comunista. El fascismo sustancializó lo que
Aristóteles llamó eutaxia (traducido como "buen gobierno"),
estimando que el orden político fascista, al ser multiclasista (todos,
capitalistas y obreros, igual de trabajadores, todos al servicio del Estado, la
patria, la fe o la raza, o todo eso a la vez) era necesariamente armonioso y
finiquitaría la lucha de clases. Todo ello sustentado por ideas filosóficas
nihilistas, idealistas, irracionalistas y vitalistas. El orden social fascista
defendía lo que se llamaba "justicia social", y resultó ser un
socialismo de corte estatalista y étnico que no pretendía ser en ningún momento
universalista. Para ello tuvo que proteger a la gran empresa capitalista, que
veía al fascismo como un activo y eficiente muro de contención del comunismo,
así como la burocracia estatal, aún cuando el fascismo siempre trató de ponerla
a su servicio, cosa que consiguió hacer plenamente en Alemania. Pero tras su
aplastante derrota en la Segunda Guerra Mundial este fascismo clásico y su
versión más radicalizada en lo étnico, en lo anti-tradicional y en lo irracional,
el nazismo, dejaron de tener ese apoyo institucional de las grandes
instituciones político-económicas, y el consenso tras la victoria aliada en el
antifascismo todavía perdura, a pesar de la crisis y los avances de grupos
neofascistas y neonazis como Amanecer Dorado en Grecia o el Frente Nacional en
Francia. Los servicios secretos de la mayoría de países con grupos neofascistas
violentos tienen bastante controlados, incluso por infiltración a todos estos
grupos.
Lo mismo pasa con ciertos grupos
de la mal llamada "extrema izquierda" en lo que a control por los
servicios secretos se refiere. No obstante, estos grupos en España, y en
concreto en el País Vasco y Cataluña, gozan de una impunidad inusitada y un
apoyo considerable, implícito y explícito, por parte de las autoridades
administrativas y políticas pertinentes. La toma de la sede de UPyD en
Barcelona por parte del Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes
(supuestamente troskista) y las pedradas que recibió la sede de Ciudadanos
también en la ciudad condal no han recibido la misma condena casi unánime en
toda España, menos aún en Cataluña. Parece ser que hay una doble vara de medir
que, para analizarla, podemos acudir a diversos factores, tanto pasados como
presentes, siempre políticos y siempre históricos:
1) El post-antifranquismo
fraguado durante la Transición y todavía vivo gracias a partidos como PSOE o
Izquierda Unida ha creado no ya solo un sentimiento de repulsa prácticamente
generalizado por la dictadura madre del régimen actual que, no obstante,
también ha generado un miedo considerable a todo aquello que, política y
culturalmente hablando, recuerde al franquismo. De ahí que resulte interesante
sobre todo para los sociólogos el hecho de que un puñado de ultras españolistas
puedan llegar a "acojonar" a todo un país por entrar a gritar,
empujar y lanzar gases lacrimógenos en un local cerrado. Aunque esto es solo un
eslabón más en una cadena de acontecimientos interesantes al nivel de la
Psicología Social. Cuando el militar neonazi Josué Estébanez asesinó al
antifascista Carlos Palomino en Madrid hace unos años, clavándole un objeto
punzante en el corazón, mientras Estébanez estaba rodeado en un vagón de metro
por decenas de jóvenes antifascistas, éste logró hacerse con el control absoluto
de todo el vagón quedándose solo dentro mientras hacía el saludo fascista, pues
todos los demás salieron espantados del metro al andén. Luego recibió su
paliza, pero durante varios minutos Estébanez solo, sin compañía alguna, dominó la situación frente a
más de cien personas que no supieron bien qué hacer.
2) En los últimos años se ha
denostado la reductio ad hitlerum en toda conversación que se precie,
entendiendo como ridícula cualquier comparación con Hitler (aunque vale también
con Mussolini o Franco) que se haga respecto a cualquier ideología, movimiento
político y social, discurso o medida política tomada. Y aunque es bien sabido
que "fascista" actualmente tiene una connotación peyorativa al usarse
como insulto (sinómino de "hijo de puta" básicamente) hacia alguien
autoritario e intolerante (puede haber gente autoritaria e intolerante hasta en
grupos pacifistas de izquierdas), y que muchas veces se llama fascista a algo
que no lo es, no obstante se tiene que tener en cuenta que esta absurda
reducción tiene cierto fundamento real, y no es otro que la pregnancia y
viscosidad social que el fascismo tuvo en su época de gloria entre 1919 y 1945,
pues el fascismo ha sido, con permiso del neoliberalismo y del yijadismo, la
última gran ideología política de masas surgida en la Edad Contemporánea. Y fue
grande, aún fracasando estrepitosamente en muchos países como en el mundo
anglosajón o Europa del Este, en tanto que consiguió ser dominante en las dos
últimas grandes naciones políticas europeas en aparecer, Italia y Alemania, y por influir de manera
bastante acusada en otros regímenes que combinaron elementos fascistas con los
de la derecha tradicional como España, Portugal, la Francia de Vichy, Austria o
diversos regímenes militares derechistas de Suramérica. Como ya señaló Stanley
G. Payne en su ya obra clásica "El fascismo", la influencia presente
de esta ideología tras la Segunda Guerra Mundial, y tras el derrumbe del
Imperio Soviético, no dejará nunca de estar presente, pues ideas tan dispares
como el ecologismo, el nacionalismo de liberación tercermundista, el islamismo
radical, el neoliberalismo, el anarcocapitalismo, el baasismo, la
socialdemocracia o el "nacionalismo identitario de izquierdas" tienen
actualmente y desde hace varias décadas una tremenda influencia de algunas de
las ideas fuerza básicas del fascismo clásico.
3) En España se acusa a
Ciudadanos y, sobre todo, a UPyD de ser "criptofascistas". La simple
analogía biográfica de Rosa Díez con Mussolini busca eso. Ambos fueron
socialdemócratas, ambos acabaron saliendo de sus respectivos partidos, ambos
acabaron defendiendo el Estado y ambos acabaron rehuyendo de la dicotomía
derecha-izquierda. No obstante, las analogías acaban aquí. Aunque yo no
comparta la ideología de UPyD, está claro que este partido no es un partido
tercerposicionista, como tampoco lo es Ciudadanos. Rosa Díez defiende el
pluralismo de partidos políticos, el sistema liberal tanto en lo político como
en lo económico, su nacionalismo español es político y no étnico y su
influencia filosófica dista mucho del vitalismo nietzscheano. Si por hacer
analogías forzadas se tratase, también podría analogarse a Díez con Lenin, pues
el gran líder revolucionario bolchevique fue socialdemócrata, acabó saliendo de
su partido inicial, acabó defendiendo el Estado (un nuevo Estado, el soviético,
concebido como medio para llegar a la revolución comunista universal) y acabó
rehuyendo de la dicotomía derecha-izquierda (pero por motivos muy distintos a
Díez y Mussolini: para Lenin esta dicotomía era burguesa y no podía ser
defendida por los bolcheviques; para él y para Stalin o Mao, la dicotomía era
capitalismo-comunismo, aunque en la Guerra Fría, y contra el fascismo antes, se
asociaría capitalismo con derecha y comunismo con izquierda, también por medio
de la formación de Frentes Populares antifascistas en diversos países, en los
que los comunistas se asociaron con aquellos de los que habían surgido, la
socialdemocracia, aún siendo esta acusada por aquellos antes de haber sido
quien más nutrió de militantes a las filas del NSDAP alemán, y de ahí el epíteto
comunista de "socialfascistas" a los socialdemócratas alemanes).
4) Si por coherencia analítica se
refiere, y aquí tengo de referencia a Stanley Payne y a Gustavo Bueno, en
España lo más parecido a ese importante movimiento político que fue el fascismo
en la Historia, es hoy día el nacionalismo catalán y también otros
etno-nacionalismos regionales. Cumplen estos todas las características básicas
del fascismo clásico salvo una, la pretensión de instaurar una dictadura de
partido único, aunque el consenso totalizador de todas las fuerzas políticas
del catalanismo separatista, tanto burgués como "obrero" no deja de
acercarse muy mucho al multiclasismo armonista típico del fascismo. Pero las
analogías y la influencia es muy acusada, en tanto se admita la inmensa
importancia histórica y política que el fascismo y el nacionalsocialismo
tuvieron en la Historia universal. A grandes rasgos, el nacionalismo catalán
separatista es autoritario en tanto trata en sentido hegemónico a la disidencia
españolista de cualquier clase, y su exaltación nacionalista es permanente y
constante, no siendo esta preludio de ningún tipo de internacionalismo, salvo
que se tome como internacionalismo la pretensión de Artur Mas de someter a
Cataluña a los designios anglogermanos de la Unión Europea y la OTAN. El
nacionalismo catalán es también solidario del principio de jefatura
carismática, propia de otros regímenes incluso antifascistas, pero asociada
siempre a un nacionalismo étnico excluyente de chivos expiatorios muy concretos
(en Italia y en la España franquista el bolchevismo, en Alemania los judíos; en
la Cataluña de CiU-ERC los españoles y el españolismo genérico), que si incluye
inmigrantes charnegos o extranjeros siempre será en el más puro estilo de la
tolerancia colonialista anglosajona o neerlandesa, establecedora de guetos y
participe de una tolerancia despreciativa racialista considerable (el
acercamiento de CiU y ERC al sionismo israelí no los aleja de este
protofascismo, en tanto en el Partido Nacional Fascista de Mussolini había una
gran militancia judía hasta 1938, año en que se adoptaron las medidas
antisemitas; este porcentaje era descomunal comparado con el 1% de población
judía que en la Italia del primer tercio de siglo había). El nacionalismo
catalán resulta también, por tanto, ser una ideología etnicista sintética,
multiclasista (con sus propias "tropas de asalto" obreristas a lo SA
pardas, como la CUP o este Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes,
por no hablar de Almogavers o Maulets) y armonista, pues entiende
que (palabras textuales del esquerrista Joan Puigcercós) en una Cataluña
independiente "el pueblo será feliz" (pueblo sin distinción de clases
y armonioso en convivencia nacional sin mácula española). El nacionalismo
catalán querrá establecer, en su hipotética arcadia etnonacional, un consenso
ideológico más férreo incluso que durante el proceso separatista que ahora se
vive con algún tipo de medidas típicas del llamado "Estado de
bienestar" socialdemócrata, probablemente con un modelo sindical muy
parecido al pseudocorporativista actual en España (de ahí el apoyo de UGT y
CC.OO. de Cataluña al "derecho a decidir", con la complacencia de sus
líderes en Madrid) y con una muy limitada movilidad social de individuos y de
clases, pues la burguesía catalana no querrá en ningún momento ceder a sus
privilegios históricamente adquiridos, así como tampoco lo hará la pequeña
burguesía, muy dañada por la crisis económica. Y también el nacionalismo
catalán, aparte de algunos discursos pseudomarxistas de ciertos sujetos poco
leídos en materialismo histórico, tiene y tendrá un principio de activismo
político voluntarista, antideterminista y antirracionalista, que experiencias
extransensoriales como los videntes que hace unos días establecieron, al más
puro estilo de Santiago Niño Becerra o Xavier Sala i Martín, el año que viene
como año de la independencia catalana o la actividad política de la "monja
alférez" Teresa Forcades, y muy propias de los tiempos que corren,
evidencian. De ahí que yo vea lo de la librería Blanquerna como un choque entre
fuerzas ideológicas no tan distantes, parejo al que en la Austria de la década
de 1930 tuvieron los nacionalsocialistas de Schussnig partidarios del Anschluss
y los socialcristianos de Dolfuss, también llamados "austrofascistas".
En definitiva, y dejando aparte
las propuestas de la probablemente aprobable Ley de Seguridad Ciudadana
impulsada por el Partido Popular de Rajoy, que acercará España a un tipo de
democracia a lo Putin, Ley que no acerca ni mucho menos a España, a pesar del
espanto general, a un modelo "fascista", es el nacionalismo étnico
separatista, y su versión radicalizada y su vanguardia en Cataluña lo que está
más cerca del fascismo y el nacionalsocialismo clásicos en toda la piel de
toro. Por ello, y desde una perspectiva propia de un antifascismo coherente y
militante, no deja de extrañar, aunque sea explicable, la concordancia de
fines, medios e ideas de la "izquierda" oficial en España con estos
movimientos post-fascistas en España, concordancia que hace que la
"izquierda" sea antiespañola y que estos separatismos sean
"democráticos", "liberales" e incluso
"izquierdistas" (como fueron izquierdistas los nazis Otto y Gregor
Strasser en el seno del NSDAP, tendencia interna mutilada por el propio
Hitler). Se puede perfectamente estar en contra en buena medida de la Ley de
Seguridad Ciudadana de Rajoy al tiempo que se está en contra de este
nacionalismo separatista. El politólogo Pablo Iglesias Turrión no se cansa de
repetir que "ser demócrata es también ser antifascista". Yo añado
que, si se es coherente, en España ser antifascista es también ser
antiseparatista.