Una de las ideas más repetidas por los economistas mejor posicionados del establishment académico internacional (neoclásicos, austriac...
Una de las ideas más repetidas por los economistas mejor posicionados del establishment académico internacional (neoclásicos, austriacos, keynesianos en buena medida también) es que el capitalismo es el sistema económico que de manera más efectiva ha acabado con la pobreza, pues ha permitido socializar las ganancias generadas por él mismo a todos los trabajadores y ciudadanos de buena parte del Mundo, y cada vez en mayor medida, haciendo que un humilde trabajador indio o surafricano pueda tener un iPhone, un iPad o Whatsapp. Un tipo de socialización del valor conformado en las distintas sociedades políticas del Mundo impensable en sistemas económicos anteriores. En esta línea se encuentra el español (a su pesar) Xavier Sala i Martín, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, corazón financiero del Imperio. Y así lo plasma en su último post de su blog personal, titulado "El capitalismo reduce la pobreza en el Mundo". La clave real para entender si esto es cierto o no es saber de qué hablamos cuando hablamos de capitalismo.
El primer párrafo es toda una declaración de intenciones de lo que Sala intenta explicarnos, esto es, las bondades sociales de la existencia de ricos como, prácticamente, generadores de sociedades prósperas:
Si convirtiéramos la riqueza de todos los superricos de la historia a precios actuales e hiciéramos el ránking de las personas más adineradas de todos los tiempos, veríamos que el primero de la lista es el emperador Mansa Musa I de Mali que vivió entre 1280 y 1337. Su imperio extraía ingentes cantidades de oro que él utilizó para crear ciudades, universidades, palacios, madrasas y mezquitas y promover la cultura, la ciencia y el arte. Musa convirtió la ciudad más importante de su imperio, Tombuctú, en una de las capitales mundiales del comercio, la cultura y la intelectualidad, con palacios y edificios diseñados por los mejores arquitectos españoles de la época.
Mansa Musa I fue gobernante del mal llamado Imperio Malí, un Estado prístino medieval del África subsahariana casi lindante con el inmenso golfo de Guinea, heredero del Reino de Ghana, que apenas tuvo contacto con otros Estados de su época, salvo cuando Mansa Musa peregrinaba a La Meca (era un devoto musulmán) con unos impresionantes fastos y acompañado de cerca de 100.000 personas, un espectáculo digno de ver en su momento sin duda, donando gran cantidad de oro a los menesterosos y miserables, y también a varias instituciones clave de poder religioso y político de Egipto, Libia o Arabia, logrando con ello aumentar la inflación de aquellos reinos islámicos que, luego, el propio Mansa Musa debía arreglar de algún modo. El Estado Malí, como parte de la Umma islámica de la época pero ajeno al Califato Ayubí, heredero del Abasida y del Omeya, verdaderos imperios islámicos medievales, a los que estaba "sometido" religiosamente y de los cuales dependía económicamente, ya que la decadencia del Islam clásico fue también vivida por el Estado Malí hasta su transformación en los herederos Reino de Bamana y el Reino de Songhai, siendo el primero un reino aislado ya de las corrientes principales del Islam hasta 1861, y el segundo un Estado que no tardó en sufrir numerosas guerras civiles hasta ser conquistado por la Dinastía Saadi marroquí en el siglo XVI. Poco tiempo después de la islamización completa de lo que quedaba de ambos reinos, lo que hoy conocemos como Malí fue conformado mediante el colonialismo del Segundo Imperio Francés.
El colocarle en la lista de los más apoderados de la Historia (lista elaborada por Celebrity Neb Worth) muestra cómo el liberalismo ideológico no es capaz de entender la cuestión de la riqueza en el sentido de la composibilidad y de la dialéctica de clases y de Estados sin la cual no es posible entender ni la idea histórica de producción ni el desarrollo de las sociedades humanas y políticas. En dicha lista aparece en cabeza Mansa Musa I, siempre ajustando la tasa anual de inflación del presente, de un 2199,6%, por lo que el valor económico de una época pasada se ajustaría al presente a una cantidad mucho mayor, podemos encontrarle a él y a otros jefes de Estado como Muamar Gaddafi, Nicolás II de Rusia, Mir Osmán Alí Khan, Guillermo de Inglaterra, Ricardo II también de Inglaterra, entre otros. Es decir, jefes de Estado de diversas épocas históricas con sistemas político-económicos distintos y dispares (feudales sobre todo). Una lista anacrónica elaborada, parece, desde el individualismo metodológico típico que no permite ver el Sol porque sus árboles-individuos no lo permiten. Y es que nunca un jefe de Estado, tampoco medieval, puede tener un patrimonio personal en valor que pueda desentenderse del patrimonio en valor (PNB y PIB) que el Estado en que vive y gobierna tiene, y de ahí que el propio Mansa Musa fuese un mecenas de las distintas instituciones conjuntivas, basales y corticales de los diversos poderes políticos del Reino de Malí para asegurar su eutaxia (eutaxia que siempre es infecta, nunca perfecta). Y en las relaciones ejemplaristas que el Estado Malí desarrolló con otros reinos medievales, musulmanes y cristianos, de su tiempo, la gestión del patrimonio en valor que Malí tenía corría a cargo de la persona que en la cúspide de la pirámide social podía, con sus limitaciones, tener. Es curioso que en esa lista, y dejando aparte a todos los burgueses que en ella aparecen, los jefes de Estado que vemos tuvieron un rango de poder político tremendamente limitado si los comparamos con otros hombres de Estado que, quizás con un menor sueldo o un patrimonio más modesto (incluso si seguimos el anacronismo de ajustar la tasa de inflación anual actual al patrimonio estimado de estos señores), han ejercido una mayor influencia política universal, simplemente por el desarrollo histórico de los Estados en que ejercieron su prudencia política como imperatores, ya sean esos hombres de Estado Jerjes I, Alejandro Magno, Octavio Augusto, Mahoma, Gengis Khan, Carlomagno, Carlos I, Felipe II, Pedro I, Alejandro I el Grande, Napoleón Bonaparte, Victoria de Inglaterra, Abraham Lincoln, Otto von Bismarck, Lenin, Hitler, Stalin, Franklyn D. Roosevelt, Mao Tse Tung, Deng Xiaoping, Margareth Thatcher, Ronald Reagan, Barack Obama o Vladimir Putin. Con ello quiero decir que la riqueza personal y el poder político efectivo a nivel de clases o de Estados no tienen por qué ir parejos, ni tampoco la riqueza personal tiene que ir pareja al desarrollo político, económico y científico-técnico de una sociedad en la que esos "emprendedores" se desarrollen y vivan. Que en un Estado viva un multimillonario no garantiza que ese Estado sea próspero, y que en un Estado (como en Estados Unidos, por poner el ejemplo más característico) vivan "muchos" multimillonarios no puede entenderse mediante el idealismo analítico típico de nuestras elites economicistas, este que desliga los términos del campo económico sean estos personales como los multimillonarios o institucionales-cosas como sus patrimonios, de las operaciones que conforman dichos términos, esto es, mediante la anulación u ocultamiento de las relaciones entre operaciones y términos. Relaciones que, en el campo económico, siempre son históricas, las llamadas relaciones de producción.
Pero el anacronismo del individualismo metodológico, por idealismo, no para aquí. Sala i Martín continúa:
Santiago Niño Becerra afirma contundente, aunque esto es algo que no puede demostrarse como un hecho empírico teleológicamente infalible, que lo único que nunca va a cambiar ni a desaparecer es la evolución técnica y tecnológica humana. Una evolución técnica y tecnológica, también científica, que Sala i Martín asegura que solo puede universalizarse mediante los mecanismos de asignación de recursos (de composibilidad) que el capitalismo y su propiedad privada y privativa permite. De ahí que la riqueza de Mansa Musa nunca se universalizase, mientras que las aplicaciones de redes sociales en teléfonos móviles de ultimísima generación disponibles para mileuristas o personas con salarios menores de mil euros sí pueden disfrutar, y siempre gracias al capitalismo. ¿Pero por qué en este caso el anacronismo, interesante sin duda, de adaptar abstractamente la riqueza de Mansa Musa a las tasas económicas actuales, no se realiza respecto a la capacidad de consumo de los sujetos que, en el capitalismo, no son ricos?
Si el capitalismo ha sacado a millones de personas de la mera tasa de subsistencia, no es precisamente a sus componentes individualistas y solipsistas relacionados con la propiedad privada y privativa de diversos medios de producción que algunos pueden disfrutar. Creo que es menestar ya plantar cara a este discurso desconectado de los procesos históricos, y afirmar sin ambajes que son los componentes socialistas genéricos y específicos del Mundo moderno los que han permitido que los logros capitalistas se hayan universalizado. Estos componentes serían, en sentido genérico, el racionalismo universalista teórico y práctico que el capitalismo y sus ideologías burguesas primarias han sostenido (la Ilustración, la democracia, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, imposibles en un Mundo en guerra y necesitado de la paz que los comerciantes, no así los industriales, necesitan para mejorar sus ganancias y sus técnicas -re-productivas), así como el imperialismo depredador colonial y su parte generadora innnegable, destructora de muros culturales bárbaros y de fronteras milenarias de piedra, así como de tradiciones y costumbres incompatibles con esa racionalidad universalista en sentido de socialismo genérico que el capitalismo tiene (que tanto Gustavo Bueno como Marx y Engels siempre han sostenido, entre otros). A nivel de socialismo específico, han sido precisamente los Estados los mejores amigos del comercio y de la expansión universal de este progreso técnico-tecnológico y científico capitalistas, es decir, de la producción de valor incesante en las sociedades. Y los Estados han universalizado en sentido específico el valor producido a nivel de dialéctica de clases con la progresividad tributaria, convirtiendo paradójicamente a los multimillonarios en parte esencial de la generación del valor universalizado en materia político-económica (algo que ya podía observarse, con sus limitaciones, en la labor de mecenas cultural de Mansa Musa) a través ya de las Leyes Fabriles inglesas del siglo XIX que, a la larga, tanto beneficiaron a la burguesía anglosajona, tributación progresiva que permitiría, décadas después, tanto el desarrollo del colonialismo como del Estado de bienestar liberal clásico, democristiano y, posteriormente, socialdemócrata. Y a nivel de dialéctica de Estados, en parte por el entretejimiento que permitió la acumulación de valor del colonialismo, del comercio internacional y de la "posesión-desposesión" de recursos basales entre el centro y la periferia del mal llamado "sistema-Mundo" (Wallerstein y otros), permitiendo en muchos casos que la periferia fuese centro en algunos campos (China, Rusia, Brasil, países de la OPEP), y el centro periferia (la deuda externa de Estados Unidos con China y otras naciones, que tratan de resolver como pueden las dos facciones políticas de la oligarquía económica yanki).
Así pues, es el pluralismo gnoseológico-antropológico, técnico, tecnológico y científico, entendiendo técnica y tecnología aquí no ya solo en materia manufacturera o industrial, sino también político-prudencial (y jurídico-administrativa), inherente a la planificación capitalista (si es que podemos hablar de capitalismo puro a día de hoy), lo que caracteriza la universalización en mayor o menor grado del valor generado en diversas sociedades políticas de nuestro Mundo, heredando procesos plurales de épocas anteriores sin los cuales el orden establecido actual no podría entenderse en absoluto. Y es que, como ya dijimos en un post anterior, los caminos del desarrollo económico no son una ciencia exacta, y existen muchas vías pluralmente combinables entre sí. Bien lo saben los chinos, cuyo PCCh permite la militancia de elementos importantes de su Gran Burguesía nacional, pues los planes y programas del maoísmo chino necesitan de una prudente composibilidad político-económica para llevarse a cabo, sean estos los que sean. Lo que fracasa, en el campo ecónómico, no es nunca esta planificación pluralista de las relaciones de producción, que es tan socialista como capitalista, sino el monismo planificador extremo (que a nivel microeconómico ha llevado al derrumbe de muchísimas empresas en la presente crisis económica, a nivel macro llevó, como todos sabemos, al derrumbe del Imperio Soviético), o el atomismo económico extremo (el individualismo metodológico que, llevado a sus últimas consecuencias, vacía el Estado y, con ello, acabaría con la Razón económica, llevándonos a sociedades fracasadas anarquistas como la Islandia medieval o los Estados fallidos actuales como Somalia).
En resumen, lo que saca de la pobreza a millones de personas no es el capitalismo en sí, sino sus elementos socialistas en sentido genérico y específico. Y lo que mantiene en la pobreza a millones de personas o coloca en situaciones peores, incluso con móviles y aplicaciones de whatsapp en ellos, son precisamente los elementos de desconexión con estos socialismos que tiene: el individualismo metodológico y filosófico, el solipsismo, la generación de individuos flotantes y de individuos hundidos, la depredación político-económica, y la desconexión sociológico-cultural de diversos grupos que el capitalismo ayuda a conformar, que se vuelven autosatisfechos de sus formas de vida, considerándola exitosa frente al fracaso de una inmensa masa de población que no puede alcanzar su genialidad y nivel, sean estos individuos autosatisfechos Gran Burguesía, pequeña burguesía, autónomos, emprendedores o pequeñas elites culturales o "subculturales". Es decir, el capitalismo y la democracia tienen también intrínsecas tendencias nihilistas y gnósticas que "no lo vuelven perfecto" como "admite" Sala i Martín al final de su post en su blog personal, sino que lo muestran como infecto, al igual que todo orden social en curso pasado o presente. Desconexión nihilista y gnóstica compensada por unos elementos socialistas genéricos y específicos comunes también, mal que les pese a los ideólogos del establishment burgués, a sistemas político-económicos anteriores, esclavistas y feudales, y que a su manera ejemplifica la labor de mecenas político y cultural que desarrolló Mansa Musa en su ya fenecido Reino de Malí.
El colocarle en la lista de los más apoderados de la Historia (lista elaborada por Celebrity Neb Worth) muestra cómo el liberalismo ideológico no es capaz de entender la cuestión de la riqueza en el sentido de la composibilidad y de la dialéctica de clases y de Estados sin la cual no es posible entender ni la idea histórica de producción ni el desarrollo de las sociedades humanas y políticas. En dicha lista aparece en cabeza Mansa Musa I, siempre ajustando la tasa anual de inflación del presente, de un 2199,6%, por lo que el valor económico de una época pasada se ajustaría al presente a una cantidad mucho mayor, podemos encontrarle a él y a otros jefes de Estado como Muamar Gaddafi, Nicolás II de Rusia, Mir Osmán Alí Khan, Guillermo de Inglaterra, Ricardo II también de Inglaterra, entre otros. Es decir, jefes de Estado de diversas épocas históricas con sistemas político-económicos distintos y dispares (feudales sobre todo). Una lista anacrónica elaborada, parece, desde el individualismo metodológico típico que no permite ver el Sol porque sus árboles-individuos no lo permiten. Y es que nunca un jefe de Estado, tampoco medieval, puede tener un patrimonio personal en valor que pueda desentenderse del patrimonio en valor (PNB y PIB) que el Estado en que vive y gobierna tiene, y de ahí que el propio Mansa Musa fuese un mecenas de las distintas instituciones conjuntivas, basales y corticales de los diversos poderes políticos del Reino de Malí para asegurar su eutaxia (eutaxia que siempre es infecta, nunca perfecta). Y en las relaciones ejemplaristas que el Estado Malí desarrolló con otros reinos medievales, musulmanes y cristianos, de su tiempo, la gestión del patrimonio en valor que Malí tenía corría a cargo de la persona que en la cúspide de la pirámide social podía, con sus limitaciones, tener. Es curioso que en esa lista, y dejando aparte a todos los burgueses que en ella aparecen, los jefes de Estado que vemos tuvieron un rango de poder político tremendamente limitado si los comparamos con otros hombres de Estado que, quizás con un menor sueldo o un patrimonio más modesto (incluso si seguimos el anacronismo de ajustar la tasa de inflación anual actual al patrimonio estimado de estos señores), han ejercido una mayor influencia política universal, simplemente por el desarrollo histórico de los Estados en que ejercieron su prudencia política como imperatores, ya sean esos hombres de Estado Jerjes I, Alejandro Magno, Octavio Augusto, Mahoma, Gengis Khan, Carlomagno, Carlos I, Felipe II, Pedro I, Alejandro I el Grande, Napoleón Bonaparte, Victoria de Inglaterra, Abraham Lincoln, Otto von Bismarck, Lenin, Hitler, Stalin, Franklyn D. Roosevelt, Mao Tse Tung, Deng Xiaoping, Margareth Thatcher, Ronald Reagan, Barack Obama o Vladimir Putin. Con ello quiero decir que la riqueza personal y el poder político efectivo a nivel de clases o de Estados no tienen por qué ir parejos, ni tampoco la riqueza personal tiene que ir pareja al desarrollo político, económico y científico-técnico de una sociedad en la que esos "emprendedores" se desarrollen y vivan. Que en un Estado viva un multimillonario no garantiza que ese Estado sea próspero, y que en un Estado (como en Estados Unidos, por poner el ejemplo más característico) vivan "muchos" multimillonarios no puede entenderse mediante el idealismo analítico típico de nuestras elites economicistas, este que desliga los términos del campo económico sean estos personales como los multimillonarios o institucionales-cosas como sus patrimonios, de las operaciones que conforman dichos términos, esto es, mediante la anulación u ocultamiento de las relaciones entre operaciones y términos. Relaciones que, en el campo económico, siempre son históricas, las llamadas relaciones de producción.
Pero el anacronismo del individualismo metodológico, por idealismo, no para aquí. Sala i Martín continúa:
A pesar de su inmensa y obscena riqueza, Mansa Musa nunca comió pizza o chocolate, nunca fue al cine, nunca pudo tomar una aspirina cuando tenía dolor de cabeza. Nunca pudo encender la tele con un mando a distancia cuando llegaba cansado a su palacio, ni pudo tirar de la cadena para que el agua se llevara sus deposiciones, ni apretar el interruptor para encender o apagar la luz. En su famoso viaje, tardó varios meses en recorrer a caballo los 5.000 quilómetros que separan Mali de la Meca, un viaje que un avión moderno realiza en unas 6 horas y 34 minutos. Los palacios de Mansa Musa no tenían aire acondicionado. Por más que en la época, Timbuctú era un centro intelectual, sus sabios no tenían acceso a los libros o a los artículos científicos que se desarrollaban en otras universidades del mundo. No tenían acceso a Google ni a los periódicos de todo el mundo de manera instantánea y gratuita. Sus hijos no podían jugar con la Playstation o la Wii, ni matar cerdos lanzando pájaros enfadados desde su ipad. Para comunicarse con su colega el sultan an-Nasir de El Cairo, Mansa Musa no tenía Whatsapp, ni Facebook, ni teléfono móvil. Tenía que escribir una carta que era transportada a caballo a través del desierto y que, si los piratas del desierto no la interceptaban, tardaba meses en llegar. Aunque parezca mentira, todo esto que el hombre más rico de la historia nunca pudo hacer, lo tiene el trabajador medio de una economía capitalista.El mensaje aquí es claro: el mercado pletórico capitalismo, sin el cual no existiría la democracia, mira con desprecio el poder, gloria y riqueza de los antiguos, al igual que su libertad (la disputa de la idea de libertad de los antiguos frente a los modernos no puede entenderse sin el nacimiento del capitalismo, un sistema económico que no nació en Holanda e Inglaterra, países protestantes, en el siglo XVII, como Sala i Martín afirma más adelante, sino en las ciudades-Estado del norte de la actual Italia hacia el siglo XII y el siglo XIII, de corte católico, e inspiradas en la expansión de órdenes monacales como la cisterciense que fueron pioneras en la organización racional del tiempo económico y de la explotación de recursos mineros o acuíferos permitiendo, además, de manera pareja la expansión del cristianismo por zonas paganas de Europa en aquellos tiempos). El capitalismo desprecia las generaciones de valor anteriores a su advenimiento, aún cuando no podría entenderse este advenimiento sin el concurso de generaciones precapitalistas anteriores. La sustantificación del mercado capitalista, como potencia pura sin mácula excepto el intervencionismo estatal (socialista), conlleva ese desprecio hacia el Mundo que logró, en parte, destruir. De ahí que el consumidor satisfecho del mercado pletórico se encuentre satisfecho precisamente en la insatisfacción constante de sus necesidades, más biológicas que económico-políticas, más biopolíticas que políticas, y de ahí que esa insatisfacción permanente y revolucionaria sea, para Sala i Martín coloque al simpre asalariado capitalista, sea cual sea su salario, en un mundo mucho mejor, debido a esa plétora, que el que vivió Mansa Musa. Pobre diablo, que nunca conoció la Playstation o el facebook.
Santiago Niño Becerra afirma contundente, aunque esto es algo que no puede demostrarse como un hecho empírico teleológicamente infalible, que lo único que nunca va a cambiar ni a desaparecer es la evolución técnica y tecnológica humana. Una evolución técnica y tecnológica, también científica, que Sala i Martín asegura que solo puede universalizarse mediante los mecanismos de asignación de recursos (de composibilidad) que el capitalismo y su propiedad privada y privativa permite. De ahí que la riqueza de Mansa Musa nunca se universalizase, mientras que las aplicaciones de redes sociales en teléfonos móviles de ultimísima generación disponibles para mileuristas o personas con salarios menores de mil euros sí pueden disfrutar, y siempre gracias al capitalismo. ¿Pero por qué en este caso el anacronismo, interesante sin duda, de adaptar abstractamente la riqueza de Mansa Musa a las tasas económicas actuales, no se realiza respecto a la capacidad de consumo de los sujetos que, en el capitalismo, no son ricos?
Si el capitalismo ha sacado a millones de personas de la mera tasa de subsistencia, no es precisamente a sus componentes individualistas y solipsistas relacionados con la propiedad privada y privativa de diversos medios de producción que algunos pueden disfrutar. Creo que es menestar ya plantar cara a este discurso desconectado de los procesos históricos, y afirmar sin ambajes que son los componentes socialistas genéricos y específicos del Mundo moderno los que han permitido que los logros capitalistas se hayan universalizado. Estos componentes serían, en sentido genérico, el racionalismo universalista teórico y práctico que el capitalismo y sus ideologías burguesas primarias han sostenido (la Ilustración, la democracia, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, imposibles en un Mundo en guerra y necesitado de la paz que los comerciantes, no así los industriales, necesitan para mejorar sus ganancias y sus técnicas -re-productivas), así como el imperialismo depredador colonial y su parte generadora innnegable, destructora de muros culturales bárbaros y de fronteras milenarias de piedra, así como de tradiciones y costumbres incompatibles con esa racionalidad universalista en sentido de socialismo genérico que el capitalismo tiene (que tanto Gustavo Bueno como Marx y Engels siempre han sostenido, entre otros). A nivel de socialismo específico, han sido precisamente los Estados los mejores amigos del comercio y de la expansión universal de este progreso técnico-tecnológico y científico capitalistas, es decir, de la producción de valor incesante en las sociedades. Y los Estados han universalizado en sentido específico el valor producido a nivel de dialéctica de clases con la progresividad tributaria, convirtiendo paradójicamente a los multimillonarios en parte esencial de la generación del valor universalizado en materia político-económica (algo que ya podía observarse, con sus limitaciones, en la labor de mecenas cultural de Mansa Musa) a través ya de las Leyes Fabriles inglesas del siglo XIX que, a la larga, tanto beneficiaron a la burguesía anglosajona, tributación progresiva que permitiría, décadas después, tanto el desarrollo del colonialismo como del Estado de bienestar liberal clásico, democristiano y, posteriormente, socialdemócrata. Y a nivel de dialéctica de Estados, en parte por el entretejimiento que permitió la acumulación de valor del colonialismo, del comercio internacional y de la "posesión-desposesión" de recursos basales entre el centro y la periferia del mal llamado "sistema-Mundo" (Wallerstein y otros), permitiendo en muchos casos que la periferia fuese centro en algunos campos (China, Rusia, Brasil, países de la OPEP), y el centro periferia (la deuda externa de Estados Unidos con China y otras naciones, que tratan de resolver como pueden las dos facciones políticas de la oligarquía económica yanki).
Así pues, es el pluralismo gnoseológico-antropológico, técnico, tecnológico y científico, entendiendo técnica y tecnología aquí no ya solo en materia manufacturera o industrial, sino también político-prudencial (y jurídico-administrativa), inherente a la planificación capitalista (si es que podemos hablar de capitalismo puro a día de hoy), lo que caracteriza la universalización en mayor o menor grado del valor generado en diversas sociedades políticas de nuestro Mundo, heredando procesos plurales de épocas anteriores sin los cuales el orden establecido actual no podría entenderse en absoluto. Y es que, como ya dijimos en un post anterior, los caminos del desarrollo económico no son una ciencia exacta, y existen muchas vías pluralmente combinables entre sí. Bien lo saben los chinos, cuyo PCCh permite la militancia de elementos importantes de su Gran Burguesía nacional, pues los planes y programas del maoísmo chino necesitan de una prudente composibilidad político-económica para llevarse a cabo, sean estos los que sean. Lo que fracasa, en el campo ecónómico, no es nunca esta planificación pluralista de las relaciones de producción, que es tan socialista como capitalista, sino el monismo planificador extremo (que a nivel microeconómico ha llevado al derrumbe de muchísimas empresas en la presente crisis económica, a nivel macro llevó, como todos sabemos, al derrumbe del Imperio Soviético), o el atomismo económico extremo (el individualismo metodológico que, llevado a sus últimas consecuencias, vacía el Estado y, con ello, acabaría con la Razón económica, llevándonos a sociedades fracasadas anarquistas como la Islandia medieval o los Estados fallidos actuales como Somalia).
En resumen, lo que saca de la pobreza a millones de personas no es el capitalismo en sí, sino sus elementos socialistas en sentido genérico y específico. Y lo que mantiene en la pobreza a millones de personas o coloca en situaciones peores, incluso con móviles y aplicaciones de whatsapp en ellos, son precisamente los elementos de desconexión con estos socialismos que tiene: el individualismo metodológico y filosófico, el solipsismo, la generación de individuos flotantes y de individuos hundidos, la depredación político-económica, y la desconexión sociológico-cultural de diversos grupos que el capitalismo ayuda a conformar, que se vuelven autosatisfechos de sus formas de vida, considerándola exitosa frente al fracaso de una inmensa masa de población que no puede alcanzar su genialidad y nivel, sean estos individuos autosatisfechos Gran Burguesía, pequeña burguesía, autónomos, emprendedores o pequeñas elites culturales o "subculturales". Es decir, el capitalismo y la democracia tienen también intrínsecas tendencias nihilistas y gnósticas que "no lo vuelven perfecto" como "admite" Sala i Martín al final de su post en su blog personal, sino que lo muestran como infecto, al igual que todo orden social en curso pasado o presente. Desconexión nihilista y gnóstica compensada por unos elementos socialistas genéricos y específicos comunes también, mal que les pese a los ideólogos del establishment burgués, a sistemas político-económicos anteriores, esclavistas y feudales, y que a su manera ejemplifica la labor de mecenas político y cultural que desarrolló Mansa Musa en su ya fenecido Reino de Malí.