Artículo publicado en Izquierda Hispánica, el 24 de junio de 2012: http://izquierdahispanica.org/2012/reflexion-sobre-las-elites/
Artículo publicado en Izquierda Hispánica, el 24 de junio de 2012:
Hay dos clases de elitistas: los que saben que son mejores y diferentes que el resto en algún campo concreto y no desprecian a los demás, y los que saben que son mejores y diferentes que el resto en algún campo concreto y sí desprecian a los demás. Ambos son aristócratas, y ambos saben que toda sociedad tendrá siempre élites. El problema no es la existencia de élites. El problema es la configuración institucional de la sociedad en que esas élites son élites y su relación con el resto de la población (niveles ascendente y descendente del poder político). Una élite que quiera elevar el nivel del pueblo no es igual que una élite que quiera dejar al pueblo como está o peor, dedicándose exclusivamente a aumentar elitistamente su número de correligionarios (siempre escasos). Se podría hablar de éiltes generadoras en el primer caso y de élites depredadoras en el segundo caso. Las élites del Imperio Macedonio, del Romano, del Califato Omeya, del Imperio Español Católico, del Napoleónico o del Soviético serían generadoras. Las del Imperio Persa, del Mongol, del Portugués, del Ruso, del Calvinista Holandés, del Británico, serían depredadoras. Las primeras se manchan las manos, en mayor o menor grado, con la población de su misma sociedad. Las segundas, se limpian las manos si el populacho osa estrechar las suyas.
Luego están las élites de pacotilla, producto de las sociedades de mercado pletórico (aún estando “en contra” de ese mercado pletórico). Orgullosas de sus ceremonias grupales, de sus conocimientos, no dudan de mostrar sus conocimientos superiores al resto de mortales en una muestra de falsa generosidad, pues siempre muestran esos conocimientos en ambientes selectos (o allí donde les dejan), ambientes cómodos donde saben que no sufrirán represalias por hablar. Es comprensible esta forma de actuar en el presente, también por prudencia, evitando así que los revienten un ojo de un puñetazo. Lo que ocurre es que el patetismo de estas élites (depredadoras en el fondo), debido a esa costumbre de buscar el cobijo para hablar de sus cosas, se muestra evidente cuando acaban siendo suaves con quien les acoge, pero vehementes con quienes son contrarios a sus nobles doctrinas. Repito, esto es comprensible (a saber lo que algunos habrán vivido). Pero la reiteración en el tiempo de este comportamiento no muestra otra cosa sino que esta supuesta élite no es tal: se trata de un grupo social usado por otras élites quizás más zotes en conocimientos pero más comadrejas a nivel de medro social, que no dudará en usar y tirar a este grupúsculo cuando le convenga, y siempre contra terceros.
Sin embargo, toda élite depredadora tiene algo de generador, al igual que toda élite generadora tiene algo de depredador. No queda otra forma de actuación si se quiere ser hegemónico a nivel social, pues toda élite ha de pensar en la comunidad si quiere ser élite real y no de pacotilla. Pues las facultades personales o históricas no convierten per se a un grupo social en élite. No en vano, si la Iglesia Católica o los bolcheviques se convirtieron en élites, y obligaron a otras contraélites a reaccionar frente a ellos (siempre tomando incluso elementos de ellas: de los católicos, bebieron tanto musulmanes como protestantes o ilustrados; de los bolcheviques, tanto socialdemócratas como liberales o fascistas), fue porque se mancharon las manos lo necesario para, desde su posición de élite ganada a pulso, holizar las sociedades políticas que bajo su imperio se organizaron. Por ello, todavía hoy, catolicismo y marxismo-leninismo, y a pesar de los fracasos y las dificultades y errores, siguen siendo ideologías masivas a nivel mundial (váyanse a Asia para ver el influjo ideológico del marxismo-leninismo, aunque se pueda discutir sobre los fundamentos asiáticos que acompañan al original allá), han configurado sociedades políticas enteras, han elevado el nivel social de millones de personas y, sí, siguen irradiando su influencia (por separado y, en ocasiones, en conjunción, como en la Teología de la Liberación) hacia el resto del Mundo, a élites a la contra y a nuevos grupos sociales en (con)formación.
Ningún socialismo generador ha de renunciar a tener élites. A lo que sí ha de renunciar, y ha de condenar, es a limpiarse las manos cuando el “vulgo” te las quiera estrechar. Ahí tenemos una élite degenerada, por muy socialista que, emic, se quiera decir, orgullosa de sus ceremonias y rituales vitales grupales, autocomplacida de sus logros e inasequible a la reflexión sobre sus fracasos. No es extraño que le cueste tanto luego a esta élite definir qué es el socialismo (o lo socialismos).