Artículo publicado en Izquierda Hispánica el 2 del enero de 2012: http://izquierdahispanica.org/2012/socialismo-o-comunismo/
Artículo publicado en Izquierda Hispánica el 2 del enero de 2012:
http://izquierdahispanica.org/2012/socialismo-o-comunismo/
Dicen que 20 años es el tiempo de la nostalgia. Hace 20 años la Unión Soviética cayó. Empieza ya una nostalgia de los noventa, con recuerdo al grunge de Nirvana o a la Ruta del Bakalao. La década pasada fue la década de nostalgia de los ochenta, el heavy metal y el hard rock y los reaganomics. La anterior fue la nostalgia de los setenta, el punk y la música disco.
La nostalgia también recoge los ecos políticos del pasado. No es extraño que fuese en la década de los sesenta del siglo pasado que surgiesen los grupos más fuertes del neofascismo y el neonazismo europeo, como CEDADE en España. Ahora con la crisis económica que sufrimos, existe una nostalgia del marxismo-leninismo, a nivel académico y mundano, y a nivel popular de la idea de comunismo (un mundo sin guerras, sin fronteras, donde “el libre desenvolvimiento de cada uno sea la condición del libre desenvolvimiento de todos”, como explicitan Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, el panfleto político más importante de la Historia, junto con La Biblia, El Corán, el Mein Kampf de Hitler o la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pero, ¿esa nostalgia está justificada, como precuela de una recuperación de la izquierda comunista, de su regreso? ¿Y su regreso sería también para repetir sus mismos errores? ¿O se desarrollaría ese “revival” comunista como farsa, como bluff, tal y como Marx captó en lo que respecta a los grandes acontecimientos de la Historia, siguiendo a Hegel. La idea límite del comunismo, un planeta entero unido, nunca se cumplió. Tuvo que limitarse al desarrollo de economías socialistas concretas, específicas, en países concretos, siendo las que más influencia tuvieron a nivel universal aquellas que tenían unas condiciones geográficas y de población más bastas, como Rusia o China. Y China con pinzas, pues la Izquierda Asiática (maoísmo, juche, Vietnam, Laos) no tiene los mismos componentes que el comunismo soviético, aunque partan de él (el comunismo soviético partió de la socialdemocracia, fue una “herejía” de aquella).
Triste es que las referencias al pasado sean la guía hacia el futuro, aunque ese pasado sea glorioso. No es triste a nivel de referencia dialéctica, esto es, de “vuelta del revés” de los postulados básicos de aquel pensamiento glorioso que dividió al Mundo en dos. Otro Mundo era posible en el siglo XX porque, efectivamente, había “dos Mundos”: el capitalista y el comunista. “Hay otros mundos, pero están en éste”, decía el sabio. Y era cierto, pues el otro Mundo estaba en el Éste.
Ahora queda China, pero nadie en “Occidente” tiene a China como referencia. China no es comunista, es socialista, con mercado, sin derechos laborales para los trabajadores, con un modelo que ellos llaman “dictadura democrática popular”, en la que la palabra “armonía” es repetida constantemente, queriendo decir buen orden, “eutaxia” que diría Aristóteles. También Estados Unidos quiere armonía, quiere eutaxia. La suya. Pero es sintomático que el líder del BRIC, China, la gran potencia del siglo XXI (salvo “catástrofe”), una gran potencia que no será capitalista pura (tampoco lo es, en realidad, Estados Unidos), que es socialista en sentido específico, un socialismo adjetivado como “de mercado” o “con mercado”, “de la armonía”, “con características chinas”, no tenga defensores occidentales. Los occidentales “somos” muy folclóricos. Puedes encontrarte aquí muchos defensores de la URSS, de Corea del Norte, de Vietnam o de Cuba. También el socialismo árabe. Pero ninguno de China. Algún maoísta, cierto. Pero ninguno de Deng Xiaoping, el hombre que permitió, siguiendo el legado de Mao, que China comenzase el camino que hoy la está llevando a ser el “imperio del centro”, la primera potencia del Mundo. No deja de ser interesante tener esto en cuenta.
Todo esto nos lleva a cuestionarnos, ¿tiene sentido hoy ser comunista? Cuando Marx y Engels llamaron a su manifiesto “comunista” lo hicieron sabiendo que, en su época, “comunista” era un insulto. La palabra “comunista” en 1848, era un epíteto zahiriente. No así socialista, que tenía hasta algo de consideración y respeto. De ahí que Lenin, tras la Revolución de 1917, retomara para su “herejía” de la socialdemocracia, el nombre de comunista. Hoy día, tras 20 años sin URSS, “comunista” sigue haciendo referencia a algo malo, pero con camino andado. Pero también a algo que fue positivo, que fue glorioso, que fue imperial en cualquiera de sus significaciones. Socialismo hoy día tiene connotaciones tanto positivas como negativas. Para algunos es un insulto, para otros una esperanza. Pero no todos los socialismos son iguales, y muchos son incompatibles entre sí.
El comunista hoy, emic, es decir, en sentido interno a su visión del comunismo, se considera heredero de la Unión Soviética sobre todo. Pero no todos los comunistas emic tienen como horizonte el Mundo comunista, esto es, un Mundo sin Estados. Muchos son conscientes de que el Estado jamás desaparecerá, y que ni la visión prudente de Stalin del “socialismo en un solo país”, desde el que ganar tiempo y hacerse fuerte serviría para más adelante impulsar la “comunistización del Mundo”, ni la visión de Trotsky de la “Revolución Permanente”, mucho más imperialista que Stalin, de comunistizar lo más rápidamente posible el Planeta, serían realidad. Etic, es decir, desde la visión externa que se puede tener de los mismos, estos comunistas ya no son comunistas. Son otra cosa. Pero ¿cómo convencer, cómo demostrar, si no es mediante la fortaleza, la firmeza y la generosidad, a estos camaradas, en plena vorágine nostálgica del comunismo, que ya no son comunistas ni pueden serlo? ¿Cómo proponer alternativas de izquierda revolucionaria que, al mismo tiempo, tomen el legado de Marx, de Engels, de Lenin, dándoles la vuelta del revés y purgándolos de sus elementos idealistas, y no se digan comunistas porque ya renieguen y nieguen cualquier posibilidad de unificación universal de la Tierra en el comunismo, o en un socialismo universal incluso? Ni siquiera las ideas más barrocas de comunismo universal desde posiciones de fuerza son posibles. La idea de Trotsky de “Revolución Permanente” era, en realidad, la idea límite de convertir a la URSS en Imperio Universal, y el Imperio Universal en su límite máximo consiste en el dominio entero de la Tierra. Pero ni el Imperio Español católico ni la Unión Soviética comunista, los imperios generadores que más a gala tuvieron esta idea límite, lograron su propósito. Tendremos que tomar este propósito como imposible.
Pero retomemos la pregunta, ¿se pueden proponer ideologías nuevas que, aún tomando las ideas de los grandes del comunismo, no se digan comunistas pues renuncien al programa máximo, o a la meta final del comunismo? ¿Y pueden esas ideas, sin embargo, seguir siendo universalistas, internacionalistas, sin llegar a ser cosmopolitas? Tomemos las definiciones de Wikipedia, como espejo “intelectual” de cómo están las cosas, de socialismo y de comunismo. Para Wikipedia, comunismo es lo siguiente:
“El comunismo (de común), entendido como organización social y económica, es una asociación basada en la comunidad de los medios sociales de producción y los bienes que con ellos se producen, mediante la participación directa de sus miembros en un ámbito de vida colectiva. A diferencia de lo que acontece en el socialismo, el comunismo implica el fin de la división social del trabajo y del dinero”.
A priori, esta definición no dice absolútamente nada. ¿Es posible un sistema económico racional sin división social del trabajo, sin dinero? Veamos qué dice la Wikipedia sobre el socialismo:
“El socialismo es el control por parte de la sociedad organizada como un entero sobre todos sus elementos integrantes, tanto los medios de producción como las diferentes fuerzas de trabajo aplicadas en las mismas. El socialismo implica, por tanto, una planificación y una organización colectiva y consciente de la vida social y económica. Subsisten sin embargo criterios encontrados respecto a la necesidad de la centralización de la administración económica mediante el Estado como única instancia colectiva en el marco de una sociedad compleja, frente a la posibilidad de formas diferentes de gestión descentralizada de la colectividad socialista, tanto por vías autogestionarias como de mercado. Existen también discrepancias sobre la forma de organización política bajo el socialismo para lograr o asegurar el acceso democrático a la sociedad socialista a clases sociales o poblaciones, frente a la posibilidad de una situación autocrática por parte de las burocracias administrativas”.
Esto es en realidad lo que ha ocurrido. Ha habido socialismos, y socialismos no en abstracto, sino específicos, adjetivados. Socialismo soviético, socialismo democrático (de Estado de bienestar, sea alemán, sueco o español), socialismo árabe, socialismo libio, socialismo cristiano, derecha socialista, nacionalsocialismo, socialismo chino, socialismo juche, socialismo jemer, socialismo “del siglo XXI” (queda mucho siglo XXI para ver más tipos de socialismo), &c. Pero nunca ha habido comunismo.
En todo caso, comunismo es una palabra que ha definido, más que un fin social, un proyecto, una ideología. Pero también una idea aureolar, esto es, tenida como futura y determinada, inevitable, aún a pesar de los baches y errores del camino. Y para idea aureolar vale tanto comunismo como globalización. Pero en el caso que nos ocupa, el comunismo fue más bien un movimiento del siglo XX que sufrió su derrota máxima con el fin y fracaso del Imperio que trató de liderar y empezar este proceso. China, la gran “heredera”, no es tomada como comunista por muchos, y en buena parte es por lo anterior. Si los nostálgicos del comunismo de hoy día tienen como idea límite el comunismo universal, llámese comunismo o anarquismo o “Imperio Universal”, deberían de reflexionar, si pueden, y entender que su idea límite es inviable, por idealista y por imposible.
Si otros autodenominados, o denominados comunistas, han renunciado a esa idea límite, pero reclaman la recuperación revisada del socialismo soviético, caben solo dos posibilidades. O la palabra comunismo ha de cambiar de significado y ahora sería sinónimo de otra cosa, sin los elementos armonistas idealistas referidos en el párrafo anterior, con lo que habría más comunistas de lo que se piensa, o bien habría que plantearse llamar a estos comunistas simplemente socialistas, o buscar una palabra nueva para definirlos. El debate está abierto, y quizás el veredicto último no lo tengamos nosotros en el presente. Se trata de una cuestión abierta que la dialéctica de clases y de Estados se encargará (o no) de responder.