En mi última estancia en Barcelona, España (siempre lo recuerdo, pues Cataluña es parte de la nación española, le pese a quien le ...
En mi última estancia en Barcelona, España (siempre lo recuerdo, pues Cataluña es parte de la nación española, le pese a quien le pese), volví a ver a mi compañero Raúl Muniente, y conocí a Miguel Otero, aragonés como él, interesado en ideas como las que Raúl y yo políticamente defendemos. Durante una buena charla en un fantástico restaurante uruguayo de la Ciudad Condal, hablamos de temas personales y, por supuesto, de política. Me dijo Miguel que iba a pasarme un documental que había visto sobre cómo comenzar revoluciones. Y aquí está. Fue emitido por "Documentos TV", programa de Televisión Española, y relata las teorías del libro De la dictadura a la democracia, del estadounidense Gene Sharp. Pero, ¿quién es este señor y qué es lo que propone?
Gene Sharp, teórico político que ha estudiado en Oxford y ha dado clases en Harvard, es el fundador de la Institución Albert Einstein, un think tank estadounidense que, según sus propias palabras, trata de expandir por el mundo metodologías y formas de resistencia "no-violenta" inspiradas en Ghandhi (el libertador indio) con el objetivo de "democratizar el mundo". Nada más tener en cuenta esta idea básica de la nematología de la Institución Albert Einstein, se ve que a) la ideología de Sharp es el fundamentalismo democrático, o democratismo, la ideología dominante en las sociedades políticas democráticas de nuestro presente, cuya idea básica consiste en creer que la democracia es el sistema político definitivo, el más digno, calificando a otros (aristocracias, dictaduras) como "bárbaros", al tiempo que considera, en sus vertientes más fanáticas, que los llamados "déficits" democráticos se pueden resolver solo de una posible manera: con "más democracia". Y b) no es casual que este tipo de ideas sean impulsadas siempre desde el campo anglosajón, el campo victorioso de la Guerra Fría que, todavía influidos por la idea aureolar de Globalización, tratan de expandir "evangélicamente" el democratismo a todos los lugares posibles.
Pero la primera falacia en que caen los democratistas pacifistas como Sharp es en considerar la independencia de la India como "no-violenta". Al vídeo de Documentos TV se le puede contestar muy bien con este (fragmentado), mucho menos políticamente correcto, llamado La violencia y el mito de Mahatma Ghandhi (documental también democratista de signo anarquista, pero que critica la falacia principal de la que parte Sharp, entre otros):
Es curioso, cuanto menos, que las tácticas no-violentas de Sharp se hayan utilizado, según él, en las llamadas "revoluciones de colores", supuestamente con éxito. Revoluciones que, siempre, han ido de la mano de los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos y de la Unión Europea. Es curioso, también, que estas tácticas no-violentas democratistas tengan mucho que ver con las ideas vertidas en el libro de John Holloway, "Cambiar el mundo sin tomar el poder", aún cuando a partir de los postulados de Sharp y Holloway otros tomen el poder que los no-violentos democratistas postulan, como es el caso de Zapatero en la España de comienzos y mediados de la década pasada tras años de protestas contra el PP, que siguen en buena medida cosas como el 15M, 7J, 23F, DRY, y demás, aún cuando Sharp sí postula la toma del poder político. Tácticas que no cambian absolutamente nada y que nada cambiarán. Y es curioso, desde luego, que los símbolos y las tácticas de Sharp sean tomadas tanto por los criptoislamistas revolucionarios que en el Magreb han acabado con las dictaduras socialdemócratas de Túnez o Egipto, como por los pro-europeístas ucranianos o por los universitarios escuálidos en Venezuela.
El problema de las tácticas de Sharp no es que se utilicen o no. Las llamadas protestas no-violentas sí son violentas, en tanto violentan el espacio público, ocupando calles, plazas públicas o edificios (siempre estos grupos no-violentos democratistas confunden violencia con pegar palos a la gente o con matar, que lo es, pero no solo). El problema es que no suelen ir acompañadas de nada más, y de esta manera, como es habitual en el democratismo o fundamentalismo democrático, los procedimientos (sean el voto en las urnas, la participación en foros de Internet o las protestas en la calle) se sustancializan como la esencia de todo movimiento político y social. Y eso lleva a la inanidad política, y al aprovechamiento de las buenas intenciones de los sujetos practicantes de estos preceptos, por parte de otros sujetos políticos más astutos y en una posición institucional más ventajosa.
Al final, lo que Sharp nos vende es humo democratista, pero de utilidad manifiesta para la Unión Europea y los Estados Unidos del Norte de América. Todo fundamentalista democrático, de izquierdas o de derecha, que sigue las ideas de Sharp, conozca a Sharp o no, acaba siendo un palmero del Eje franco-alemán o de Washington y Londres. A Sharp le vendría bien una lectura del Primer ensayo sobre las categorías de las "ciencias políticas" de Gustavo Bueno. Aunque, seguramente, lo despreciaría.
En el fondo, no se puede entender la pregnancia de las ideas de Sharp en buena parte de la población "indignada" de diversas democracias sin la caída de la Unión Soviética en 1991, caída que supone un punto de inflexión histórico todavía no digerido. Y si se combina la caída del marxismo-leninismo con una relectura de las ideas de hegemonía política de Gramsci obviando su comunismo leninista, lo que tenemos son procesos político-sociales similares a los que llevaron al comunismo occidental europeo primero al eurocomunismo, luego a la socialdemocracia y, a día de hoy, al fundamentalismo democrático y al Pensamiento Alicia. Unas ideas de hegemonía política sin tener en cuenta al Estado, y desde postulados llamados "post-nacionales", como la tesis doctoral del profesor de "ciencia política" y presentador de La Tuerka, ahora de Fort Apache, Pablo Iglesias Turrión Multitud y acción colectiva post-nacional: un estudio comparado de los desobedientes: de Italia a Madrid (2000-2005) que, a donde políticamente llevan, es a ser la "izquierda" de la democracia. Pero poco más. Lamentablemente, la influencia de Gramsci tiene sus partes oscuras lamentables. Y el surgimiento de demagogos sofistas, como Sharp u otros, demuestra que la caída de la Unión Soviética es casi comparable, por analogía, a la caída de un gran meteorito que acaba con una importante especie biológica casi dominante en la biosfera.