La imagen que encabeza esta entrada muestra un juzgado español, en la Audiencia Nacional de Madrid, en el estos que podemos ver, miembr...
La imagen que encabeza esta entrada muestra un juzgado español, en la Audiencia Nacional de Madrid, en el estos que podemos ver, miembros de la rama civil de ETA llamada SEGI, y en concreto del movimiento en pro de la "desobediencia civil" llamado en batúa (vascuence homologado) Herri Harresia, protestaban "pacíficamente" por la continuación de sus actividades políticas con una performance consistente en hinchar globos naranjas y tirarlos a la juez y el resto de magistrados que los interrogaban, mientras que realizaban arengas en favor de la instauración de una "república socialista vasca" y de la "libertad de los presos políticos". No son los primeros en España en realizar una performance de este tipo, ni serán los últimos, pues se ha puesto de moda desde hace ya varios años, la "performatividad" de acciones políticas enmarcadas en la idea de desarrollar acciones de "desobediencia civil" con actuaciones más cerca de los payasos profesionales que de los clásicos activistas políticas. ¿Consiguen algo estas acciones aparte de su clara notoriedad mediática y aplauso bienpensante?
Pocos días antes, FEMEN, ese producto de mercadotecnia machista creado por Victor Syvatsky, irrumpía también con otra performance, en este caso, el mostrar sus pechos en el Congreso de los Diputados mientras el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, realizaba un discurso en torno, entre otras cosas, a la nueva ley del aborto. Digamos que es otro acto, aunque de signo político distinto al anterior, también de corte situacionista y en el marco genérico de eso que se está llamando "desobediencia civil".
El año pasado, el partido político animalista Igualdad Animal consiguió realizar otra visualmente impactante performance en plena Puerta del Sol de Madrid, España, sosteniendo cada militante y simpatizante (eran 400) el cadáver de un animal para denunciar la vivisección y el maltrato a los animales. También todo enmarcado en el situacionismo de la desobediencia civil.
Hay muchos ejemplos más, como determinadas performances en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Somosaguas, realizadas por diversas asociaciones de estudiantes motivadas por diversos profesores, como pasacalles disfrazador para denunciar la "represión" del Estado español sobre los "presos políticos" (básicamente gente de la ETA o del GRAPO), el sostenimiento de capillas católicas en pleno campus mediante el enseñar pechos femeninos dentro de ellas o el enseñar tarjetas rojas a Rosa Díez (aunque esto no fue en Somosaguas). Por no hablar de las representaciones de diversas mareas verdes de profesores de Instituto españoles también con globos, disfraces y pintura corporal.
No pueden entenderse este tipo de ceremonias sin la influencia doble del izquierdismo francés sobre el español en general durante la segunda mitad del siglo XX, en general, y de la penetración en España vía universidades del situacionismo de Guy Debord, cuyo libro "La sociedad del espectáculo" abrió el melón para este tipo de protesta política. Este libro, publicado en 1967, un año antes del mayo francés donde el situacionismo explotó y encontró su foco sociológico de propagación hasta el presente post-soviético que vivimos, era un ensayo donde Debord afirmaba, a nuestro juicio, que el fetichismo de la mercancía por el cual la personificación de las cosas y la cosificacón de las personas había alcanzado su mayor desarrollo en el capitalismo contemporáneo del siglo XX post-Segunda Guerra Mundial donde esa cosificación de las personas y de sus relaciones sociales había transformado en representaciones visuales, en imágenes de cine o de televisión, las vivencias humanas originales. Los medios de comunicación masivos en las sociedades altamente tecnificadas habían conseguido subsimir esas verdaderas relaciones humanas en la visión de Debord por imágenes visuales de tipo cinematográfico o televisivo llegando a afirmar que en esa "sociedad del espectáculo" dichas imágenes visuales eran el verdadero nexo de unión entre las personas y sus relaciones mutuas. Incluso realizó un breve documental respecto a sus ideas:
Entendiendo Debord y otros de su cuerda que con semejante panorama no cabía más que adoptar las ceremonias del capitalismo para tratar, al menos de denunciar sus "excesos", y de ahí el desarrollo del situacionismo y de la llamada "Internacional Situacionista". Los situacionistas pretenden "crear situaciones" momentáneas para llamar la atención, a través de imágenes conformadas por ellos mismos, del espectador pasivo, con el fin de llamarle a la protesta social y al activismo político (tras mostrar sus pechos, FEMEN afirmaron que recibieron 50 peticiones de adhesión). Es decir, frente a la producción masiva de imágenes por parte del mercado pletórico capitalista (en terminología filomat), el situacionismo defenderá el contraataque, mediante la "desobediencia civil" de tipo Ghandhi, Mandela o Henry David Thoreau (uno de los inspiradores del neoliberalismo filosófico actual), produciendo imágenes, situaciones, contra ese fetichismo de la imagen capitalista que dicen combatir. Fue mayo de 1968 el punto de inflexión de desarrollo del situacionismo, el cual siempre fue crítico por otra parte con el comunismo realmente existente de tipo soviético o asiático, y defensor del consejismo comunista de Anton Pannekoek (muy reivindicado, aún no explicitamente, por movimientos como el del 15M). Fomentado desde entonces en las universidades de buena parte del Mundo occidental, el situacionismo unido a la desobediencia civil es inspirador de mucho quehacer político activo de la izquierda populista democratista, esa a la que ahora quiere acercarse el nuevo Papa, Francisco, como denuncia Izquierda Hispánica en su último artículo, en un momento en el que las grandes pasadas referencias de la izquierda definida han desaparecido (la Unión Soviética) y otras están en una ya permanente decadencia (la socialdemocracia europea del Estado de bienestar), o donde se preveen más que posibles desmoronamientos inminentes (el populismo latinoamericano actual).
Sin embargo, la apariencia de la conformación de situaciones que dicen defender en el marco de dicha desobediencia civil (muy unido a la defensa de las llamadas "biopolíticas menores" en sentido ascendente en los vectores de poder de la sociedad política que clasificó Gustavo Bueno en su "Primer Ensayo sobre las Categorías de las Ciencias Políticas", y ya denuncias por Michel Foucault en su "Nacimiento de la Biopolítica"), esconde la verdad evidente de que esa producción de imágenes de protesta acaban siendo también fetichizadas, esto es, absorbidas por el mercado pletórico capitalista hasta el punto de formar parte del paisaje urbano occidental del presente. Es decir, el situacionismo de la desobediencia civil populista consigue a la larga justo el efecto contrario del que pretenden realizar, mostrando una vez más la desconexión entre el finis operantis y el finis operis en casi toda acción política. Y a lo más que llegarían sería, siguiendo con la terminología de Gustavo Bueno, a generar (tele)basura fabricada de cara a la sociedad de masas televisiva y, ahora también, de Internet, aún entretejida en symploké con la posible basura revelada que estos grupos puedan llegar a evidenciar, pero quedando estas "revelaciones" obscurecidas por sus performances situacionistas de corte izquierdista.
Una de sus últimas expresiones más llamativas es el autodenominado "pornoterrorismo" (o "post-porno"), una especie de mezcla entre película porno extrema, discurso feminista biopolítico radical del tipo anti-heteropatriarcal y realización de actos visualmente muy desagradables al más puro estilo de las actuaciones en conciertos de la temprana música industrial de la década de 1970 en Inglaterra y de algunos grupos de punk. El pornoterrorismo (que tiene de terrorismo procedimental lo que Guy Debord de estalinista) sería, a nuestro juicio, una consecuencia lógica de los desarrollos históricos situacionistas biopolíticos antes citados: se trata no más que el gasto de energía grupal en actos pretendidamente políticos de denuncia del capitalismo neoliberal que, a lo más que llegan, es a rellenar telediarios y programas de televisión de máxima audiencia los sábados a la noche, y que no resuelven absolutamente nada a nivel político, salvo para los más avispados en dicho mercado pletórico, que aprovechas la creación de nuevos productos visuales y estéticos para generar nueva demanda de productos del mercado pletórico. Productos rebeldes del mercado pletórico capitalista que conectan, también por via de la "desobediencia civil", con la idea de "cambiar el Mundo sin tomar el poder" de John Holloway.
No descubrimos nada nuevo en este artículo al denunciar este tipo de actos, pero sí podemos afirmar que estos actos situacionistas en España, aún partiendo sobre todo de grupos de las izquierdas definidas extravagante y fundamentalista, pueden llegar a definirse políticamente en el marco de este populismo democratista que enfatiza al pueblo o multitud de Toni Negri en detrimento de la nación política como nuevo sujeto revolucionario que, institucional y antropológicamente, solo puede cuajar en dirección a la politización de la nación étnica, como ejemplificó la masiva performance situacionista que fue la cadena humana de la via catalana separatista.
Ya Christo, el "artista " búlgaro, hizo una especie de primer intento de cadena situacionista precursora de la via catalana cuando montó una cadena de sombrillas por California y Japón, que costaron dos víctimas mortales, para realizar "denuncia social". Se puede cerrar esta entrada con breves apuntes sobre los nuevos situacionistas con la imagen de las sombrillas "chrísticas", señalando, como colofón a todo lo dicho, que las performances situacionistas de todo tipo (etnonacionalistas, feministas biopolíticas, animalistas, etc.) al autodefinirse como "desobediencia civil" y "pacíficas" (como si no fuese violencia ocupar una plaza pública con cadáveres de animales, o autoprovocarse arcadas y vómitos para luchar contra el "heteropatriarcado", o enlazar Perpiñán con Castellón para balcanizar España, o tirar globos en señal de desprecio al Poder Judicial español en defensa directa o indirecta de la banda terrorista ETA), consiguen la misma aceptación social que la cadena de sombrillas que se cargó a dos personas, porque, ante todo, y debido a su analogía teatral, son cultura. Entre bambalinas, cabalga en el situacionismo de todo tipo el mito de la cultura a todo trapo. Frente al situacionismo democratista biopolítico, el racionalismo universalista de corte materialista solo puede denunciarlo con todos los medios de que disponga para, si es posible, "crear situaciones" (permítannos la broma y la analogía terminológica) en el corto y medio plazo que permitan su derrota política, a la cual ayuda, por otra parte, la nulidad política como tal de ellos y de sus reivindicaciones sociolóticas y políticas.