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El jueves 29 de agosto de 2013 es la fecha, según han anunciado medios diplomáticos anglosajones (Estados Unidos de Norteamérica y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte), los Estados que lideran la coalición OTAN, de ataque Siria, el último reducto del socialismo baasista árabe, con la excusa de salvar a la "población civil" de los ataques genocidas del Gobierno de Bashar al-Assad. No voy a centrarme ahora en criticar a dicho Gobierno ni a la ideología baasista, sino a comentar lo que, una vez más, supone una muestra de lucha entre Estados entre la que media una lucha entre clases sociales a nivel interno de cada Estado participante en lo que mañana podría ser (espero equivocarme) el pistoletazo de una posible Gran Guerra que muchos llevan anunciando hace tiempo y que otros tantos todavía no pueden ni asimilar.
La geopolítica, definida a vuela pluma desde coordenadas materialistas filosóficas, sería la disciplina técnico-tecnológica y política encargada del análisis y elaboración de planes y programas (en su vertiente geoestratégica) con vistas al aprovechamiento circular (humano e institucional), radial (recursos naturales) y angular (relaciones internacionales, dialéctica de Estados) -los tres ejes del espacio antropológico- del territorio propio y ajeno de los Estados. El ortograma (leit motiv) geopolítico y geoestratégico de los Estados depende, y se entreteje en buena medida, de la propia idiosincrasia político-histórica de esos mismos Estados, pero siempre en relación a las clases dominantes de los mismos (de ahí aseveraciones como las de Stalin, que afirmaba que el Estado era simplemente un instrumento en manos de la clase dominante, usado para vencer a los adversarios de esa misma clase). Los ortogramas políticos de los Estados no pueden entenderse sin la dialéctica interna de clases de esos mismos Estados a la vez que no puede entenderse sin la dialéctica con otros Estados. Y no hay ortograma político sin una vertiente geopolítica y geoestratégica muy clara, la cual puede seguir una línea más centrada en lo circularista, lo radialista o lo angularista, una línea doble circularista-radialista, circularista-angularista o radialista-angularista, o equilibrada entre las tres. Líneas que se corresponden con las capas del poder político conjuntiva (circular), donde están los poderes ejecutivo, legislativo y judicial del Estado; basal (radial), donde están los poderes gestor, planificador y redistributivo; o cortical (angular), donde están los poderes militar, federativo y diplomático. Lo que también conlleva orientaciones (geo)políticas de los Estados que pueden seguir una línea conjuntivo-basal, conjuntivo-cortical o basal-cortical, o de equilibrio entre las tres. Y todo ello a su vez permite conformar líneas ortogramáticas geopolíticas muy concretas que cada Estado puede seguir como tipos ideales (en el sentido de Max Weber) que, sin cumplirse al cien por cien, sí permiten ver qué orientación es más significativa y definitoria de la vida política de los Estados. Hay básicamente cuatro: aislacionismo (Estados "autárquicos" sin apenas contacto con el exterior), ejemplarismo (Estados que buscan servir de modelo al resto en sus ortogramas), imperialismo depredador (colonialismo, Estados que ejercen su dominio sobre otras sociedades políticas o humanas para depredar sus recursos circulares y/o radiales dejándolas en un Estado de dependencia con un gobierno indirecto como característica más significativa, manteniendo las instituciones culturales de origen de las colonias sin reproducir apenas las propias de la Metrópolis y, en muchos casos, dejándolas en peor situación de la que estaban -ejemplos son el Imperio Persa, el Imperio Británico, el Imperio Holandés, el Imperio Belga, el Imperio Portugués o el Tercer Reich nacionalsocialista alemán-) e imperialismo generador (Estados que ejercen su dominio sobre otras sociedades políticas o humanas para, sin negar la depredación circular y radial de las mismas, generan en esas sociedades instituciones propias de la Metrópolis hasta asimilarlas a la misma, haciendo que territorio y súbditos o ciudadanos estén directamente gobernados por ella hasta, prácticamente, formar parte integrada del territorio, transformando radicalmente las formas de vida de los dominados hasta convertirlos en individuos parejos a los de la Metrópolis -ejemplos son el Imperio Macedonio, el Imperio Romano, el Califato Omeya, el Imperio Español, el Imperio Napoleónico o la Unión Sovíetica marxista-leninista). En toda generación hay depredación (como pasó en América con las minas del Potosí) y en toda depredación hay generación (como pasó en la India con el sistema de ferrocarriles que permitió, tiempo después, establecer la unidad política que permitió la unificación de la India como Estado independiente).
Las estrategias geopolíticas imperialistas en el siglo XXI enfrentan a diversas plataformas continentales por la hegemonía mundial, siendo estas lideradas por sus Estados más capaces, en caso de que puedan hacerlo. Las plataformas continentales del presente, para poder ser llamadas así, tienen que cumplir ciertas características, que se encuentran definidas aquí: http://labalsadepiedra.org/las-plataformas-continentales/. Estas características son siete: 1) Lengua mayoritaria común hablada por más de 200 millones de personas, 2) Religión mayoritaria común seguida por más de 200 millones de pesonas, 3) Pasado imperial común, 4) Tener una extensión conjunta de más de 10 millones de kilómetros cuadrados, 5) Sistema político común y mayoritario en el presente y en el pasado histórico, 6) Población mayor de 300 millones de habitantes y 7) Que al menos dos Estados de cada plataforma continental sean fronterizos. Por analogía con la tectónica de placas, estas plataformas continentales tendrán entre sí tres tipos de movimientos geopolíticos: choques convergentes (frontales o de acercamiento), choques divergentes (de separación entre plataformas) y choques transformantes (que producen todo tipo de cambios entre las plataformas en dialéctica). Este tipo de choques están definidos aquí: http://labalsadepiedra.org/apendice-al-articulo-las-plataformas-continentales-la-analogia-de-la-formacion-de-las-plataformas-con-la-tectonica-de-placas/. Según todo esto, el Mundo, sin desprecio de otros Estados importantes en la geopolítica internacional pero sin asignación clara a ninguna plataforma continental (Alemania, Francia, Italia, Japón, India, Mongolia, Tailandia, República Democrática del Congo, Bélgica, Países Bajos, naciones escandinavas, etc.), puede dividirse en cinco plataformas continentales: 1) la Plataforma Anglosajona, con el Imperio Estadounidense a la cabeza; 2) la Plataforma Eslava, con Rusia a la cabeza; 3) la Plataforma Asiática, con China a la cabeza; y dos plataformas sin un claro Estado a la cabeza pero con elementos institucionales atributivos y distributivos (isoméricos) que evidencian su existencia y su importancia universales, como son 4) la Plataforma Islámica cuya hegemonía se disputan Irán, Egipto y Arabia Saudita (esta última en choque convergente y transformante con Estados Unidos), y 5) la Plataforma Hispánica, cuyo núcleo en la Península Ibérica, España y Portugal, hace tiempo que ha perdido su hegemonía que ahora es discutida sobre todo por Brasil, pero que no está asegurada debido a la pujanza convergente y transformante de Estados como México, Venezuela, Colombia, Perú, Chile o Argentina, sin negar además el ejemplarismo de Estados como Bolivia o Ecuador.
Un caso claro de choque convergente y a la vez transformante en lo que a dialéctica de Estados y de plataformas continentales (Imperios) ser refiere, son las sociedades transestatales con virtualidad postestatal que van a converger en el posible choque geopolítico que se va a llevar a cabo en Siria, si el ataque anglosajón se produce. Por un lado la OTAN ya referida, y por otro la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), liderada por China y Rusia y con la India como observador (tres Estados del BRICS, donde también están Brasil y Suráfrica, de las plataformas hispánica y anglosajona respectivamente). En la OCS también están como observadores Pakistán, donde se mató a Bin Laden, e Irán, ambas en la plataforma islámica. Irán, el gran Estado chiíta y gran enemigo del sunnismo wahabbita saudí, está rodeado por bases militares estadounidenses en prácticamente todos los Estados fronterizos con la gran nación persa. Estados que, desde la caída de la Unión Soviética, y particularmente Afganistán, Irak y Pakistán, han sufrido intervenciones militares estadounidenses para quitar del poder antiguos aliados como Saddam Hussein o los talibanes anticomunistas afganos entrenados por la CIA para repeler la intervención soviética en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, y cercar a Persia con vistas además a China y Rusia.
Las grandes elites militares estadounidenses siguen teniendo como prioridad absoluta geoestratégica a Rusia (antes la URSS) y a China, con quien mantienen una nueva "Guerra Fría" político-económica (comercial e industrial), y la hegemonía sobre los Estados que rodean a ambas naciones líderes de los BRICS y de la OCS conlleva su cerco geopolítico en el llamado "Creciente Interior o Marginal", el arco o media luna geopolítico que rodea a China y Rusia, y que abarca desde la Unión Europea hasta los Tigres Asiáticos. Ese "Creciente Interior o Marginal", en el que está todo Oriente Medio inscrito y el Magreb (de Marruecos y Mauritania a Egipto y Sudán -nación partida en dos el año pasado- pasando por Argelia, Túnez y Libia), y también Irak, Afganistán, Pakistán, Siria (la próxima nación intervenida) e Irán, es el preludio geopolítico que permitiría cercar el Área Pivote. La teoría geopolítica del Área Pivote, elaborada por el británico Haltford McKinder a comienzos del siglo pasado, asombrado y fascinado por el creciente poder geopolítico ruso, afirma que quien domine ese área geográfica, que comprende desde el río Volga hasta el río Yang-Tze, y desde la cordillera del Himalaya hasta el Océano Glacial Ártico (toda Siberia), dominaría el Mundo entero, por ser el área con mayor concentración de población (eje circular) y recursos naturales (eje radial) del planeta. Es decir, básicamente: Rusia y China más Asia Central, zona hoy día coincidente con la ya citada OCS y con el grueso geoeconómico de los BRICS. Sin embargo, no deja de ser curioso que el Imperio Estadounidense, el tercer Estado más extenso de la Tierra y también el tercero más poblado, que no deja de ser un Imperio marítimo como lo fueron Roma, Portugal, España o Inglaterra, defienda todavía una teoría geopolítica que, cuanto menos ha sido siempre discutible, en tanto que la hegemonía imperial universal, sea depredadora o generadora, ha sido siempre básicamente ejercida por imperios marítimos (los citados español, británico o estadounidense) más que continentales (Alemania, Rusia o China). A lo más que pueden aspirar los líderes de la plataforma anglosajona es a un debilitamiento del poder imperial ruso o chino, pero jamás al dominio anglosajón sobre el Área Pivote, un área que les sobrepasa por motivos circulares, radiales y angulares. No obstante, ese debilitamiento ya lo lograron en dos ocasiones de manera temporal, primero durante la Guerra Civil rusa que siguió a la revolución de Octubre de 1917, y luego setenta años después con la caída y fracaso de la Unión Soviética.
Pero el hecho de que Rusia y China se unan convergentemente a nivel geopolítico lleva al eje anglosajón y a sus aliados (Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita, Israél, etc.), a tratar por todos los medios, en una conocida estrategia a largo plazo, a volver a tratar de debilitarlos, yendo a por sus aliados en el eslabón más débil y, al mismo tiempo, más cercano a nivel geográfico: los Estados del Creciente Interior o Marginal. Pero no para establecer, en sentido imperialista generador (y como muchos materialistas filosóficos creen), democracias homologadas a la estadounidense con modos de vida estadounidenses estandarizados y reproducción antropológica de sus instituciones a escala masiva en sus territorios. Eso y no otra cosa es imperialismo generador en sentido materialista. En realidad, a Estados Unidos le interesan Gobiernos indirectos procedimentalmente democráticos que ejerzan su poder político en poblaciones divididas y en lucha constante entre sí (la fitna, la inevitable lucha interna dentro de la Umma islámica), fácilmente dominables sin apenas gasto económico en ello. De ahí que Estados Unidos tenga más interés en fomentar el islamismo en las naciones del Creciente Interior o Marginal, porque posibilita la fitna y la inestabilidad social y política, antes que establecer democracias homologadas a la suya. Y con ello deja en igual o peor situación incluso a las sociedades políticas dominadas que antes. Algo parecido a lo que ya hace en Arabia Saudita (niño mimado de Estados Unidos), a lo que hizo en la plataforma hispánica protegiendo a regímenes dictatoriales militares (Franco, Salazar, Stroessner, Videla, Trujillo, Pinochet, etc.) y, en menor medida, en la Unión Europea tras la reunificación alemana, pertimiendo un Gobierno indirecto en la Eurozona liderado por Alemania en un evidente IV Reich protegido y mimado por el Imperio Estadounidense. Por no hablar de Japón, sociedad política con un Gobierno indirecto al servicio de Estados Unidos donde el regente es un emperador ideológicamente emparentado con la diosa Amaterasu.
En una Siria atacada se establecerá también un Gobierno títere indirecto que gobernará una sociedad fragmentada y en permanente lucha. Y sin negar la evidente sagacidad que supone este maquiavelismo (geo)político, lo que evidencia de todas todas, y esto desde estrictas coordenadas del materialismo filosófico, es que la norma política de los Estados Unidos de Norteamérica, aunque metapolíticamente se defina como "generador" (el "Destino Manifiesto", la idea de llevar la democracia y la libertad -de mercado- a todos los rincones de la Tierra, empezando por la propia "Unión"), y teniendo en cuenta que otros imperios depredadores también se han definido como generadores en sentido metapolítico ("Hacer del Mundo Inglaterra" era el eslogan ortogramático del Imperio Británico ya desde el siglo XVIII; el Tercer Reich nazi pretendió liberar a la raza aria en particular, y al Mundo en general, de la opresión democrático-bolchevique judía), estas ideologías o "autocosmovisiones" de los propios Estados imperialistas, no pueden negar que, diapolíticamente, esto es, sentido positivo, histórico, político real, Estados Unidos es un imperio depredador. Y si un filósofo materialista, que ejerce un saber de segundo grado influido en su desarrollo por saberes de primer grado, entre ellos los saberes geopolíticos y geoestratégicos, no tiene en cuenta esto, puede llegar a defender, absorbido por la idea de imperio en sentido metapolítico y transpolítico y la idea de imperio en sentido filosófico como síntesis de la idea de imperio en sentido diapolítico y metapolítico), y en un ejercicio banal geométrico de análisis, a pensar que todos los imperios son, filosóficamente, generadores.
No obstante, y a pesar de todo ello, las nematologías imperiales, por muy generadoras que puedan presentarse, si luego no tienen una plasmación efectiva política en la realidad de los territorios dominados, no serán más que charlatanería demagógica, propia por otra parte de las democracias homologadas de nuestro tiempo. Charlatanería que, por otra parte, era similar a la que desarrollaba el PCUS en la Unión Soviética, anunciando un comunismo que nadie ya creía viable y que mantenían por inercia, por tradición política y por interés. Y un momento estelar para presenciar nuevamente esas incongruencias es el ataque convergente-transformante de los anglosajones y sus aliados sobre Siria.